
Hace 30 años, Genaro Ramírez Sanchos, vivió un suceso que lo marcó de por vida, al encontrase con duendes en el monte, con los que convivió por casi dos semanas.
Oriundo de esta comunidad, en ese entonces Genaro tenía 33 años y subió al monte para apoyar a ejidatarios a realizar una faena en el paraje “La Puerta” para rascar en un lugar donde encontraron previamente un “ojo de agua” para utilizar el líquido, relató a AMAQUEME su esposa.
Entrevistada en su casa, contó que muy temprano llegaron al paraje donde trabajaron hasta ya entrada la tarde, decidiendo retornar al pueblo cerca de las cinco de la tarde, sin embargo tras caminar varios kilómetros se percataron que les faltaba una pala y Genaro regresó por ella, pero al llegar al punto se percató de la presencia de pequeños hombrecillos con sombrero, que estaban observando la zanja que habían hecho.
Los hombrecillos, dijo, medían poco más de 20 centímetros, tenían puntiagudas las orejas y al verlo lo llamaron, pero le dio miedo a Genaro y se echó a correr despavorido para alcanzar a sus compañeros, observando que los diminutos seres corrían tras él.
Cuando alcanzó a su grupo, señaló la señora, les platicó lo que había visto e inmediatamente bajaron del monte y dejaron a don Genaro en su casa, “en ese momento las copas que horas antes se tomó mientras trabajaba dejaron de tener efecto”, recordó su esposa.
Genaro se quedó sentado en la entrada de su domicilio ubicado en la calle Libertad, lloraba y aseguraba sentirse mal, aunque en un inicio su esposa creyó que eran síntomas del alcohol, cuando llegó su suegra, cuestionó a su hijo acerca de lo que ocurría y le contó lo que le había sucedido horas antes, por lo que solicitaron la ayuda de su hermano Antonio, quien era curandero, pero este se negó a ayudarlo argumentando que requería uno con mayores conocimientos.
“Por la noche lo llevamos con el curandero que su hermano recomendó, ahí le narró los hechos, le dijo que tenía miedo porque los duendes se habían venido con él, pues sentía como los cargaba sobre sus hombros, después de haberlo curado, nos fuimos a descansar, pero durante la noche, mientras dormía, platicó con los hombrecitos, que le propusieron que si quería el agua tendría que entregarles un niño, porque el lugar que habían profanado estaba encantado”, señaló la entrevistada.
El miedo atormentó tanto a don Genaro que llegó a proponerle a su mujer que entregaran a su hijo recién nacido, idea que fue descartada por ella.
Durante las dos semanas siguientes lo limpiaron, pero seguía sintiendo la presencia de los duendes, con quienes platicaba todas las noches mientras dormía, pidiéndole que para dejarlo en paz, tenía que ofrecerles una ofrenda en el lugar donde cavaron.
Contó la señora que para cumplir, llevaron al ojo de agua una cruz que fue bendecida, flores, arroz, mole, tamales, tortillas azules, galletas y cuetes, que lograron quitarle el peso y miedo que no dejaba estar tranquilo a don Genaro.
Aseguró que los días que duraron las limpias, el curandero les informó que el mal de don Genaro se lo había transmitido a él, porque comenzaba a tener los mismos síntomas, temor y sentía el peso de los hombrecillos sobre sus hombros.
Dos meses después el curandero falleció al desbarrancarse cuando desramaba un árbol, hecho que relacionaron con los duendes.
Esta historia vivida hace más de 30 años, cautivó a pobladores de esta delegación, quienes frecuentemente acudían al domicilio de don Genaro a escuchar su relato.