
Por Yohali Reséndiz
La noche del 8 de febrero pasado,
como muchas otras, Ingrid comenzó a
discutir con Eric Francisco “N”, en un
departamento de la colonia Vallejo, de
la alcaldía Gustavo A. Madero.
Vecinos escucharon sus gritos, que
debieron ser, para cualquiera, una
sacudida. Sus palabras eran de reclamo
para pasar a la desesperación y luego al
dolor… eran gritos con eco que
clamaban ayuda, pero nadie hizo nada.
Quizá pensaron: ¡Ella tiene la culpa! ¡No
es nada, así es siempre! ¡Te metes y
luego, regresa! Y mientras la vida
seguía afuera, dentro de aquel lugar, en
la cocina, su agresor y pareja le arrancó
la vida, con la convicción de que tenía
el derecho a someterla. Enseñarle
quién manda. Educarla. Corregirla,
partiendo de una superioridad moral
sobre ella.
Como la mayoría de los feminicidios, el
a s e s i n a t o d e I n g r i d E s c a m i l l a ,
representaba el fracaso que sintió Eric
F r a n c i s c o “ N ” p a r a s e g u i r
sometiéndola, pues los hombres
violentos, siempre van a preferir
t o r t u r a r a s u s v í c t i m a s
psicológicamente y físicamente, pero,
cuando en ellas ya no hay un efecto
que respalda esa conducta violenta, no
miran otro camino más que eliminarlas.
No me queda duda que Ingrid tomó
valor y le gritó en la cara a su verdugo
que deseaba ser libre, que estaba
dispuesta a romper sus ataduras y le
resaltó que recuperaría su identidad.
Por eso, fue asesinada.
Así que, mientras el silencio reinó y la
ciudad dormía, el cuerpo de Ingrid fue
torturado.
Y no, aquí nada tuvo que ver el diablo,
sino seguir demostrando que él, seguía
teniendo el poder sobre ella.
Ya con la luz del sol, vendría para una
sociedad apática, otra vez, una
sacudida, ahora en forma de video
donde el feminicida confeso de Ingrid,
un ser sin alma, describía sin anestesia
e inhumanidad lo que le había hecho.
La filtración de la fotografía de su
cuerpo, se convirtió en el frentazo para
una sociedad incapaz de reaccionar, al
evadir su responsabilidad y no actuar,
no mirar, no escuchar, para luego,
permanecer en la comodidad de sus
refugios per sonales desoyendo
cualquier grito de auxilio.
Si lo analizamos bien, aquí la cuestión
es que nadie tocó la puerta de aquel
apar tamento para saber si ella
necesitaba algo, ni nadie llamó a la
policía.
He escuchado a quienes justifican que
la exposición continua a hechos tan
v i o l e n t o s , h a l o g r a d o q u e
normalicemos la violencia y no, esto
que ocurrió no tiene justificación ni
humanidad.
Y debemos dejar de ser sólo testigos y
realmente preocuparnos por el
prójimo, sobre todo cuando éste clama
ayuda.
Aquí ya no se acepta un: “Lo siento,
pero no me podía meter”. Silencio
cómplice e impunidad, casi siempre
acompañan los crímenes por odio.
El cuerpo de Ingrid grita, la necropsia
describe que su muerte se debió a la
hemorragia, ya que ella fue tomada por
la espalda para realizarle un par de
heridas con un instrumento punzo
cortante, el cual lesionó las estructuras
del triángulo carotídeo.
En la palma de sus manos, se observan
heridas de defensa -cortaduras del
instrumento (cuchillo)-, en señal que
todo el tiempo quiso protegerse.
Además, su cuerpo registra que tuvo
del lado derecho, penetrantes de tórax,
es decir, que después de que Eric
Francisco “N” le cortó el cuello; la
lesionó con el mismo cuchillo a la
altura de las costillas.
Ingrid entró en un estado agónico
profundo.
Las estructuras del cuello fueron
mortales desde el principio y el
instrumento que utilizó fue con la
decisión de asesinarla.
Ella, no había fallecido totalmente
cuando este depredador patológico
comenzó a diseccionarla.
Y no, no se trataba de un enfermo
m e n t a l , s i n o d e u n e s t a d o
e s q u i z of ré n i c o , mome n t á n e o y
consiente; tanto que fueron horas (casi
7), las que estuvo lesionando a Ingrid
una y otra vez.
Su odio le dio la fuerza. Su dominio
sobre ella, hizo que después de
astillarle sus costillas con cada gajo de
piel que fue cortando, se le encimara,
las rompiera y las separara hacia afuera.
Ingrid Escamilla, de 25 años, recibió
todo el rencor y desprecio que una
persona puede manifestar a otra.
Dejarla “hueca”, fue un reflejo de
despojarla de todo, de hacerla lo
menos posible. De humillarla. Exhibir su
cuerpo violentado y demostrar lo que
un hombre violento y enardecido es
capaz de hacer.
Sin embargo, la vejación a Ingrid no fue
sólo por parte de su pareja, pues a la
llegada de los peritos asignados al
caso, quienes debieron realizar un
estudio riguroso con la finalidad de
contribuir a esclarecer los hechos
acaecidos con base en datos científicotécnicos,
no hicieron bien su trabajo;
olvidaron realizar el raspado de uñas
que pudiera indicar que Ingrid se había
defendido desde la etapa temprana a
la discusión, y su defensa pueda
demostrar que Erik Francisco “N” en
todo momento, la atacó primero.
Los encargados del peritaje, que
juegan un papel fundamental en el
proceso penal, no cumplieron con el
protocolo imprescindible en un
feminicidio y no apor taron los
e l e m e n t o s n e c e s a r i o s p a r a e l
esclarecimiento de los hechos.
Sin embargo, sí aportaron material en
video y fotografía, que fue distribuido
en segundos a través de Whatsapp y
subido a redes sociales.
Los peritos tampoco respetaron a
Ingrid ni su muerte, ni la serie de reglas
jurídico-técnicas que se necesitan para
que su investigación en el caso sea
conforme a derecho y no exista
contaminación alguna, para efectos
probatorios.
¿Cómo es que olvidaron realizarle a
Ingrid una prueba fundamental? Así
que sí, después del feminicidio, vino la
insensibilidad e ineficiencia de la
autoridad, el morbo de la sociedad
machista, el nulo respeto de medios
impresos que retomaron la fotografía
de su cuerpo y la consideraron para su
primera plana. Hubo un vacío de
derechos hacia la víctima y su familia.
Por Ingrid, por ella y por nosotras,
debemos resaltar y nunca olvidar que
quien nos asesina, no son monstruos;
son esposos, novios, parejas, vecinos o
amigos.
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