
Arqueólogo Jaime Noyola Rocha.
Cronista Municipal de Chalco
Para Domi Hernández
“…Los hacendados se apropiaron de suelos de cultivo, agua –para riego y para mover molinos-, bosques, pastizales, flora y fauna silvestres. Estos recursos los aprovecharon cultivando maíz, trigo (pelón y candeal), cebada, chile, chía y maguey; practicando –en el caso de los cereales- la “roza, tumba y quema” y el sistema de “año y vez”. Además, criaron ganado vacuno y caballar, cortaron madera, obtuvieron leña y elaboraron vigas y carbón, hicieron obras hidráulicas, abrieron caminos y edificaron cascos de hacienda y molinos…”
Carlos García Mora
Tenía interés en visitar la ex hacienda de Guadalupe en Tlapala, de manera que cuando me dirigía hacia allá en compañía del arquitecto García, que sería mi salvoconducto para finalmente poder tener el placer de hacerle una visita a dicho inmueble, sentía una cierta emoción.
La primera vez que me paré frente a la Unidad habitacional en medio de la cual se encuentra el casco de hacienda, con intención de conocerla, hace más de cinco o seis años, por más explicaciones que di no me permitieron el acceso, ahora sabría si después de tantas vueltas valdría la pena dicha visita.
Tantas lecturas sobre las haciendas que fueron durante los siglos XVII y XVIII los principales centros productivos de la nueva España y durante el siglo XIX continuaron aportando al mercado no sólo cereales, especialmente maíz y trigo, sino madera, carbón, resina de los bosques, carne para los mataderos y para el mercado local y en muchas de ellas fabricación de textiles. Pero es diferente la visión de los libros que aun cuando es muy rica y documentada, de la experiencia sensible de visitar sus distintas dependencias e imaginar cómo funcionaron en su momento. Adivinar ya en el interior de los espacios, su uso, ver cómo a través de los años y de los siglos, muchos de los espacios sufrieron transformaciones, repusieron con otros materiales techos, ventanas y muros caídos, aparte del tiempo que ha deteriorado los muros y ha tirado muchas de las techumbres, en los momentos de las rebeliones y de violencia revolucionaria turbas en diferentes momentos han arrancado ventanas y puertas, muros llenos de agujeros de bala que atestiguan violencias y fusilamientos. La historia está impresa en los viejos muros, mientras los vemos podemos deletrear sucesos de los cuales habla la historia y su fiel repercusión, son testigos mudos pero elocuentes de una de las haciendas cerealeras de Chalco, ruinas pulverizadas por el paso del tiempo, pero orgullosas de una época de esplendor cuando esta región alimentaba a la capital azteca.
Con muchas ideas y sensaciones llegué con el Arquitecto hasta la puerta principal de la hacienda, antes de eso habíamos recorrido los grandes farallones sostenidos por potentes contrafuertes, todo construido de adobe, con cimientos de piedra y reforzamientos de ladrillo en esquinas y quicios de puertas y ventanas. Los muros recubiertos con un mortero de arena, tepetate y cal se encuentran en un estado de total decadencia, el intemperismo ha deslavado los muros y muestran una lamentable erosión.
Tramos de muro se han caído y han sido tapados de cualquier manera con diferentes materiales. Los muros son altos y el área bardada ocupa varias hectáreas. La hacienda aparece como el fantasma de un guerrero que ha perdido todas las batallas y que sólo por dignidad permanece de pie. Puertas y ventanas originales de madera, casi perdida en todos los casos y la puerta original ha sido sustituida por una puerta de lámina de acero.
Ahí estábamos tocando la puerta, expectantes sobre lo que encontraríamos tras los enormes muros exteriores. Nos abrió un hombre[1] que después de presentarnos, pero sobre todo después de explicarle que iba acompañado del Director de Desarrollo Urbano, accedió con cierta resistencia a que pasáramos e inclusive tuvo la amabilidad de acompañarnos durante la visita. Pudimos visitar todas las dependencias. Al franquearse la puerta hay un zaguán techado a través del cual se accede al patio a través de un arco, que era el área social de la hacienda, un hermoso piso de recinto de piedra, a mano izquierda aun dentro del zaguán un vano conduce al segundo piso que son los aposentos del hacendado.
Ya en el patio constatamos que, hay tres tipos de edificaciones, a la derecha del mismo, hay una serie de cuartos a los cuales se accede a través de un corredor techado que en otra época estuvo sostenido por columnas de cantera, pero que al caerse fue reparado con castillos de concreto y techo de teja sobre un soporte de ángulo de acero, el corredor después de tres o cuatro cuartos remata en L, el corredor se extiende a la izquierda. Al centro del patio se levanta el conjunto de la capilla y el pequeño camposanto delimitados por un muro bajo de mampostería con arcos invertidos, al final del atrio donde se desplanta un bello árbol de naranja en el espacio que antes resguardó tumbas, está la entrada de la capilla con un nicho sobre el arco de la entrada y tres pequeñas torres de campanario, ya desprovistas de sus pequeñas campanas. Aún conserva las puertas de madera originales, dos ventanas en arco que dan al sur y un techo de vigas labradas con zapatas, que sostenían el techo de bóveda catalana