
OZUMBA, Méx.- De tamarindo con chile, café, ajonjolí y jamaica son los sabores de las calaveritas de amaranto que elabora artesanalmente la familia Pérez Valencia en su domicilio.
Cada año durante la temporada de muertos elaboran las calaveritas y paletas de cuatro sabores diferentes, totalmente naturales, que venden en su domicilio ubicado en la calle Vicente Guerrero o por telefono 5513494147.
Desde hace 15 años mejoraron la receta para realizar las alegrías y con ello las calaveritas, pues el dulce que se revuelve con el amaranto está hecho a base de miel de abeja, azúcar y piloncillo, explicaron a AMAQUEME Agapito Pérez Valencia y Feliciana Valencia Reval.
En la preparación de sus exquisita golosina interviene toda la familia, don Agapito, su esposa Feliciana y sus dos hijas, empezando a trabajar desde el este mes, ayudados de un cazo donde se revienta el amaranto para después preparar la miel con el sabor que se desee, a excepción del ajonjolí el cual se dora para revolver con el amaranto, luego vacían el liquido y se revuelve bien hasta formar una masa.
“Amarantos Nueva Era” es el nombre de la marca de esta artesanía que se hace manualmente
Entrevistados por la reportera de AMAQUEME en la cocina donde preparan las calaveras, Feliciana llena los moldes, don Agapito es el encargado de desmoldar y quitar el exceso para después ponerlas a secar.
Su hija limpia los moldes y se los va entregando a su mamá para que vuelva a llenarlos y finalmente su otra hija las decora con flores que también elaboran artesanalmente.
Los precios van de los cinco a 20 pesos, este año crearon calaveritas de chocolate rellenas.
“Pese que el amaranto es fuente de proteína, calcio y fósforo, los clientes prefieren adquirir las de chocolate, pese que son grasas vegetales, pero este producto es una buena apuesta para consumir algo saludable y rico”, aseguró Feliciana.
Comentó que su esposo inició hace un cuarto de siglo a cultivar el amaranto en Ozumba después de una invitación, pero innovó el proceso, utilizando abonos organicos y quimicos para mejorar la calidad, lo que le permitió de paso, dijo la entrevistada, reducir los costos de producción.
Asimismo comenzaron a elaborar la alegría de nueve sabores diferentes, lo que les generó la invitación a varias ferias locales y nacionales, al mismo tiempo que estuvieron a nada de vender su artesanía a centros comerciales y exportarla.
Feliciana recordó que hace diez años estuvieron a punto de concluir los trámites para tener su marca registrada, su certificación y adquirir los códigos de barras para sus productos, pero una helada les quemó 20 hectáreas sembradas de amaranto, perdiendo su venta, dinero que era para costear los trámites restantes y decidieron dejarlo, dándole prioridad a los estudios de sus hijas.