
La de Brandon Giovanny Hernández es, probablemente, la que mayor conmoción causó en el país. Tenía solo 12 años.

El niño vivía junto a su familia en una colonia de Tláhuac con calles de tierra, asentamientos irregulares y alejados de las principales vías de comunicación.
Para llegar a la conocida como «línea dorada» del metro, la familia tenía que usar mototaxis.
Giovanny viajaba en metro junto a la pareja de su madre. Regresaban del restaurante donde trabajaba el hombre y donde el niño ayudaba lavando platos.
Quizá por eso a Giovanny le interesaba la cocina. Según sus amigos y vecinos, quienes lo definen como un niño alegre, también le gustaba mucho el fútbol.
Su madre Marisol recorrió los hospitales toda la noche junto a la abuela de Giovanny, pero nadie les daba noticias de su paradero. El martes, desesperadas, hicieron un estremecedor llamamiento ante los medios para que alguien les ayudara.
«¡Díganme si está vivo o muerto! ¡Díganme dónde está! ¿Dónde está mi nieto?», gritaba la abuela entre lágrimas.
Ante la falta de información, denunciaron la desaparición del niño y la Fiscalía capitalina emitió una alerta Amber para localizarlo.
Cuando periodistas le preguntaban si habían acudido a las morgues, su madre insistía en que su hijo estaba desaparecido. Guardaba la esperanza de que pudiera haber salido ileso y estar perdido en algún lugar.
En la noche del martes, el nombre de Brandon Giovanny apareció en la lista de fallecidos tras el accidente.
«Teníamos planes para el 10 de mayo (Día de la Madre en México). Ahora lo voy a enterrar», dijo sollozando Marisol a medios locales tras identificar el cuerpo de su pequeño.
