12 de marzo
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Mario Alberto Serrano Avelar

**Cronista municipal de Tepetlixpa

@MarioA_Serrano

Facebook Tepetlixpa: En la cara del cerro

“Los cerritos artificiales de Chimal”

Cuando se viaja de Ozumba a Tepetlixpa hoy en día se aprecia en la carretera, pegado al cerro «Tres Cumbres» (de antiguo nombre Chimaltepec) unos montículos de tierra que parecen “cerritos”

Las vías del ferrocarril cruzaron la región de los volcanes por primera vez en 1881, cuando el ferrocarril de Morelos, que luego se llamaría Interoceánico fue inaugurado.

Su dueño fue el empresario Delfín Sánchez, yerno de Benito Juárez.

Años adelante se le uniría el ferrocarril de Xico que llegaba hasta Ecatzingo y cuya presencia modificó el paisaje de Amecameca. Basta recordar que el busto de Benito Juárez, que todavía hoy está en la plaza, fue un regalo del gerente al municipio.

Un regalo mínimo, por cierto, la empresa recibía una desproporcional concesión para usar agua para sus máquinas y manipulaba mucho a los políticos locales.

Es obvio que el tren apuntaló la “fama” de Amecameca como destino turístico.

De hecho ya era un lugar muy famoso desde el temprano año de 1844, pero no fue sino hasta 37 años después cuando extranjeros, nacionales, artistas, intelectuales y personas de toda calidad y procedencia comenzaron a visitar este lugar asiduamente.

Algunos de esos visitantes dejaron sus impresiones escritas sobre la región, son nuestra “máquina del tiempo” para conocer cómo eran nuestros pueblos hace varios ayeres.

Espero irles compartiendo algunas de esas fantásticas crónicas más adelante, pero hay una que resulta, además de todo, muy instructiva: la crónica del viaje inaugural del ferrocarril de Morelos.

Su autor fue el gran Ignacio Manuel Altamirano.

Hay que recordar que el intelectual viajaba frecuentemente Amecameca para visitar a dos de sus más entrañables amigos: el coronel Silvestre López y el padre Fortino Hipólito Vera.

A la mirada del maestro guerrerense no se escapa la belleza de los volcanes, la estampa del Sacromonte lleno de árboles, las casas de dos aguas de Amecameca y los terrenos de labor.  

Pero se detiene en algunos parajes que le llamaron la atención, como “Los Chupaderos” que así los llamaba porque en su pensamiento encuentra muy vulgar llamarlos como todo mundo los conoce hasta el día de hoy: “Los Mamaderos”, en Chimalhuacán.

Además de ese escurrimiento de agua, hubo algo que lo intrigó mucho, seguro que no solo a él sino a varios de nosotros. Cuando se viaja de Ozumba a Tepetlixpa hoy en día, se aprecia en la carretera, pegado al cerro Tres Cumbres (de antiguo nombre Chimaltepec) unos montículos de tierra que parecen “cerritos”.

Sólo hasta al acercarse a ellos uno se percata que son construcciones artificiales, rastros de la época prehispánica.

            ¡Imaginar cómo se veían hace 120 años!

            El maestro escribe sobre esos “cerritos artificiales de Chimal” con el nombre de  “Los teteles” (“piedras amontonadas” “piedras altas”, “pirámide”).

Nos informa que estaban ubicados hacia el sur, justo al lado de las vías saliendo del pueblo y que eran desde luego más de los que hoy sobreviven.

            Altamirano los describió de esta manera: “Son dos eminencias de cúspides planas, cuadradas y espaciosa dominando completamente todas las alturas y ensenadas inmediatas que forman el cuerpo de la gran loma que se conoce con el nombre de Malpaís”.

El Malpaís se encuentra más delante de lo que hoy es La Alborada, en el vecino estado de Morelos.

Lo bello de la crónica es que también dedica algunas palabras para lugares que nos son absolutamente familiares: Santiago, Tlalamac y Achichipico, Ozumba, Chimal, Santa Rosa y Nepantla.

            Interesante es observar cómo las vías de comunicación ponen el foco en ciertos pueblos o los condenan al olvido.

Cuando el Interoceánico dejó de funcionar, los primeros pueblos dejaron de aparecer en cualquier medio noticioso.

            Un dato final.

Por esa “máquina del tiempo” sabemos que «El Fuerte», esa intrigante construcción antes de Nepantla tenía por nombre completo «Fuerte de Sara».