13 de marzo
2

Las «pataventuras» de una rescatista

Nashrú López Rascón

_Tengo una hermana que es rescatista de perros, siempre ha tenido un corazón enorme, por lo que se ha solidarizado con muchas causas que buscan la justicia y la igualdad. Se llama Violeta.

Sus pataventuras comenzaron formalmente hace 7 años, con una pequeña cachorrita que recogió en una calle de Amecameca antes de que fuera atropellada.

En ese momento ella no sabía que iba a desarrollar toda una profesión, simplemente sintió el impulso de salvar un diminuto ser de menos de 2 meses que, de otra manera, moriría irremediablemente en medio de la desesperación y el abandono.

Pero ¿cómo nace una rescatista? Hay muchos caminos, revisemos un poco el caso de mi familia.

En casa siempre tuvimos perros y gatos, eran parte de la familia y así los queríamos.

Desde que éramos niños aprendimos a identificar la “perronalidad” y “gatonalidad” de cada mascota que tuvimos, pues, como las personas, estos animalitos son diferentes entre sí, aunque prácticamente todos responden positivamente al cariño y la atención que se les procura, otra vez, igualito que las personas.

Recuerdo cómo interpretábamos sus formas de comunicarse, con cada uno hablábamos en distinto tono, y nosotros mismos nos contestábamos en ese mismo tono de acuerdo a lo que interpretábamos de su mirada, su forma de moverse, sus aficiones, sus humores, vaya, sus perro y gatonalidades.

 También recuerdo nuestras lágrimas desconsoladas cuando alguno se nos moría, especialmente aquellos que murieron dolorosamente, porque comieron algo envenenado, porque enfermaron y fue dura su agonía.

No se diga cuando se nos llegó a perder alguno y no volvimos a saber de él. El pasar de esos primeros días angustiosos, buscando y preguntando, esperando verlo volver en cualquier momento, quizás un poco flaco pero moviendo su colita para expresar su alegría por estar de regreso; y poco a poco, al pasar las semanas, la resignación de que no volveríamos a verlo nunca y nos quedaríamos con ese nudo de su incierto destino, rogando porque hubiese sido rescatado por alguna buena persona y gozara de una buena vida. T

Tristemente, en el fondo sabíamos que algo malo les había pasado, lo mismo a perros que a gatos.

 La lista es muy grande: Charol, Tosca, Katakú, Laska, Tila, Pirata, Chinto, Gris, Lasha 1 y 2, Bachata, Cacahuate, Narciso, Nicho mocho, Juan Salvador Gatito, Pitágoras, Maromas, Zihua 1 y 2, Cukli, Gog, Blanqui, Punky, Tongolele, Yohualli, Frijol, Bin Laden, Huitzi, Chirris, Crú, Quetzin, Ollin, Pepa, Tigra, Tepoz, Dimitri Zotakovich (diminuto y de pata corta)…

¡Uff! Eso nomás rememorando los que ya reposan en la tierra, cada uno con una historia que contar.

Si les dijera el nombre de todos los que siguen vivitos y coleando me llevo una cuartilla; eso sí, todos tienen nombre y un lugar en nuestro corazón y hasta tenemos un burro-perro (o sea, burro que a veces se cree perro) entre la familia multiespecie que convive en el predio.

Nunca tuvimos otro tipo de animales de compañía, mis padres, a mi parecer muy atinados en su perspectiva, no eran amigos de tener pájaros enjaulados ni cualquier otro animal silvestre, pues requieren condiciones que no podríamos darles para vivir con plenitud.

 Como decía mi padre, “si quieres que los pájaros canten en tu balcón ¡siembra un árbol! Además del canto, tendrás el regalo de la sombra y el oxígeno”, y así lo hicimos, nos llenamos de árboles y cada mañana gozamos de conciertos sinfónicos.

Me faltó decir que nuestro predio es un terrenito donde vivimos en vecindad varios miembros de la familia, así que tenemos áreas verdes comunes.

Pero volvamos a la cachorrita que inauguró la vida de una rescatista, se llama Itita, y salió mucho más fea que bonita, aunque su corazón es una joya.

Es una perrita eléctrica (mezcla de corriente con corriente) que Violeta le regaló a una sobrina, pero dada su poca gracia física terminó de vuelta en la casa.

 Para su mala suerte, otra de las muchachas rescatadas, la gran Manchas (que es una Gran Danés con complejo de perrito chihuahua) le agarró aversión, así que ha sobrevivido a 3 ataques casi mortales, por lo que mi hermana se vio obligada a dividir espacios con malla y así evitar el contacto entre algunos de los 17 perros que actualmente habitan en nuestro predio.

Es uno de los desafíos con que tienen que lidiar un rescatista con tantos canes, dada su “perronalidad” e historia de vida; hay unos que no pueden convivir con otros, por lo que es necesario invertir en divisiones que generen espacios seguros para cada uno.

Violeta lo aprendió, no sin dolorosas pérdidas, especialmente de perros grandes que bajo ciertas circunstancias arremeten contra los más pequeños, así fue como murieron Dimitri Zotacovich, Quetzin, Pepa y Tepoz.

Sin embargo, a pesar de que eran muy queridos, mi hermana y toda la familia hemos podido perdonar a Manchas, pues tiene el síndrome de Hulk y vive asustada por el acoso de algunos pequeños que se creen Gran Danés y la han atacado, hasta que, en un estado de terror se transforma en una máquina de matar y es ella misma quien ataca sin miramientos.

Volveremos en otro momento a la historia de Manchas, a quien amamos también, pues, a pesar de esos actos lastimosos, no hay maldad en ella.

 El caso es que Itita ahí sigue, entusiasta, amorosa y un poco loca, recordándonos cada día que el gusto por la vida es derecho de todo ser vivo, no sólo de los seres humanos. Itita es room mate de Munra ¡el Inmortal! de quien hablaremos en la próxima entrega, les dejo con la intriga para que no se pierdan el relato, sólo les dejaré como pista que rastreen en internet la serie animada de los Thundercats… Hasta entonces, no dejen de ver por cualquier animalito en problemas, es bueno para ellos y aún mejor para levantar nuestro espíritu, eso lo recalcaré una y otra vez en esta columna: Salvarlos puede salvarnos a nosotros mismos.

Pero hay formas y estrategias, y de eso iremos hablando en esta colaboración.