12 de marzo
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Cronista municipal de Tepetlixpa

@MarioA_Serrano

La ceremonia comenzó a las 11 de la mañana con una ofrenda floral ante el monumento a sor Juana Inés de la Cruz, a cargo de los vecinos del lugar.

Luego Norberto Sanvicente dio un discurso para cerrar con un baile a cargo de una orquesta de Tepetlixpa.

Fue el poeta Amado Nervo quien nos hizo voltear a Sor Juana.

El nayarita narra, poco antes de la Revolución, que yendo a Cuautla, la locomotora en la que viajaba se descompuso en Nepantla y tuvieron que bajar los pasajeros.

“Largo rato vagué por entre las casas humildes… repitiendo y con no sé qué íntimo deleite: ¡Aquí nació sor Juana! ¡Aquí nació sor Juana! […]

¿Dónde estaba la bien capaz alquería del padre Calleja? ¿Cuáles de aquellas paredes blancas cobijaron los primeros años de la adorable niña?”, cuenta el poeta en ese librito muy bello Juana de Asbaje.

Con Nervo comienza el interés por conocer más la obra y vida de la monja poeta. Al menos entre los estudiosos. Pero, ¿qué con los locales?

En Tepetlixpa existe una responsabilidad especial con el sorjuanismo por ser su delegación de San Miguel Nepantla la tierra natal de la monja y desde 1995, sede del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz.

Entonces, es bien curioso conocer cómo fueron los primeros homenajes a su famosa paisana y quiénes los promovieron.

Del primero que tengo noticias fue la propuesta del coronel Vicente Trinidad Flores (presidente municipal entre 1938 y 1939) para crear un monumento, pues: “siendo en el pueblo de Nepantla… donde vio por primera vez la luz del Mundo la gran poetisa sor Juana Inés de la Cruz, es de justicia, no se borre para siempre su recuerdo, pues la casa donde nació amenaza con desaparecer para siempre”.

Mención especial merece el considerar que en la historia política de este municipio solo dos presidentes no eran de la cabecera.

Me refiero a Sotero Pérez Morales (1934-1935) y Norberto Sanvicente (1946-1948), que fueron oriundos de Nepantla.

En tiempos del último, fue gobernador del Estado de México don Isidro Fabela, que tenía una auténtica devoción por la poetisa.

Por ello, en su gobierno se ordenó que el nombre del pueblo fuera “Nepantla de sor Juana Inés de la Cruz” y que se celebrara el día de su nacimiento y el de su muerte.

Norberto Sanvicente recogió ese ideal de Fabela y le agregó su propia pasión por la monja, su paisana.

En 1949 se dio uno de los primeros grandes homenajes.

Se ordenó que participara todo el municipio, pero también tuvo sus incidentes chuscos, como tener que recorrer dos días el festejo porque “la música solamente se pudo conseguir para ese día”.

Se declamaron sus poesías, hubo cantos corales, discursos… “la festividad en honor de la poetisa sor Juana Inés de la Cruz” dicen los documentos.

Festividad. Celebrar a la paisana equivalía a una fiesta religiosa.

Sor Juana comenzaba a regresar a casa.

Poco antes, en 1944, otro presidente municipal, Federico Lima también propuso que se creara un monumento “a nuestra musa que dio honor a este municipio por ser hija de él, del Estado de México y de la Nación entera”.

Pero quizá el festejo sorjuanista más importante de esos ayeres se dio en 1956. Fue el primero de carácter regional.

Una Comisión compuesta por la Inspección Regional Escolar y las autoridades municipales organizó un auténtico festival para celebrar los 261 años de la muerte de Sor Juana.

Entre escuelas, delegaciones y ayuntamientos, la “festividad” contó con la participación de grupos de Chimalhuacán, Tlacotitlán, la colonia Guadalupe Hidalgo, Tepecoculco, San Rafael, Tepetlixpa y Nepantla.

Sobre todo Nepantla.

La ceremonia comenzó a las 11 de la mañana con una ofrenda floral ante el monumento a sor Juana Inés de la Cruz, a cargo de los vecinos del lugar.

Luego Norberto Sanvicente dio un discurso, para cerrar con un baile a cargo de una orquesta de Tepetlixpa.

Estos festejos y proyectos son relevantes, porque además de su visión, se realizaron en el momento que más interés había por estudiar a sor Juana (recordando que los primeros estudios extranjeros sobre la monja datan de 1926, el de Dorothy Schons, y en 1953 el de Ludwing Pfandl y Karl Vossler).

Si oficial y personalmente llevamos más de 80 años de recordar a nuestra sor Juana, con mayor razón deberíamos en este tiempo honrarla.

Y como siempre digo, no hay mayor homenaje que se pueda hacer a una persona que se dedica a escribir que leerla.