
Cronista municipal de Tepetlixpa
@MarioA_Serrano
Gracias a las fotografías de don Pedro tenemos una idea muy clara de cómo fue la región, puesto que no sólo trabajó en Amecameca sino que incluso hay fotos suyas del Ozumba y Tepetlixpa de hace 80 años, en las que se aplicaría claramente el dicho de que “más vale calidad que cantidad”.
Todo mundo hemos visto las hermosas fotografías antiguas de la región y de Amecameca en particular, que se exhiben en negocios, casas y que ahora hacen lo propio en Internet.
Aunque por asociación podríamos ubicarlas en tiempos de la Revolución, la mayoría, de hecho se tomaron durante el último tramo del siglo XIX.
La más antigua que he documentado se realizó en 1872.
Si se tomaron muchas fotografías en esa época eso obedece a varios factores, pero aquí les comentaré que la mayoría, si no es que todos los fotógrafos de la época porfirista y de la Revolución estuvieron en Amecameca, de Guillermo Kahlo (padre de Frida) y Hugo Brehme hasta Pierre Verger y Manuel Álvarez Bravo.
La historia de la fotografía antigua de nuestra región está lejos de agotarse, por fortuna y en ella habría que voltear la mirada a los fotógrafos nacionales y locales del siglo pasado.
Entre estos últimos destacó don Pedro Castillo Hernández (n. 1906), cuyo trabajo se hizo dentro de los primeros ejercicios por dejar constancia de las obras públicas.
Don Pedro, sin embargo, no hacía como los actuales testaferros de la lente que saturan de «evidencias» los informes de gobierno o las páginas de comunicación social.
Todo lo contrario, su obra es pulcra, tiene una composición interesante y una calidad formal muy buena.
Obviamente, no era lo mismo tirar una foto en su época (los años 30 y 40 del siglo pasado), que luego debía revelarse y por tanto resultaba cara, que apretar impunemente cien “clics” en una cámara digital, o peor aún en un teléfono “inteligente”.
Gracias a las fotografías de don Pedro tenemos una idea muy clara de cómo fue la región, puesto que no sólo trabajó en Amecameca, sino que incluso hay fotos suyas del Ozumba y Tepetlixpa de hace 80 años en las que se aplicaría claramente el dicho de que “más vale calidad que cantidad”.
Veamos dos de sus piezas. La primera se llama «Avenida Hidalgo» y fue tomada en 1937.
No busca el arte, sino documentar la introducción del drenaje a la capital regional.
Aún existen unas plaquitas metálicas que fechan en el mismo año la introducción del agua potable.
Entre la bellísima arquitectura de Amecameca que capturó (¿se han preguntado qué sería del turismo si aún se conservara ese aire vernáculo al menos en el primer cuadro?), observamos del lado izquierdo lo que fue el «Hotel y Restaurante Central», prueba irrefutable que el turismo para ese entonces llevaba más de cien años de pujante desarrollo.
Pero de lo que esa foto congeló en el tiempo ahora mismo no queda ni un tercio de su belleza, altivez y orgullo regional.
Sin ir más lejos, la casa habitación que está del lado derecho, justo frente al poste de luz eléctrica (observen por favor el bellísimo emplomado del balcón) ha sido demolida, y con ella, prácticamente han desaparecido todas las construcciones originales de la cuadra Soledad-Silvestre López.
La segunda de sus fotografías nos permite asomarnos al centro, la plaza Nacional como le llamaron en tiempos del porfiriato; el “Jardín Alameda”, como querían llamarla poco antes de la Revolución.
Sólo que en la foto ya no observamos la explanada terrosa y semivacía que hemos visto en las fotos de 1880 que circulan por ahí, sino una arboleda de nombre rimbombante: «Jardín Juárez».
El bullicio de personas caminando nos habla del comercio que siempre hubo en Amecameca, aunque el tiempo fuera acomodando los giros mercantiles una y otra vez desde el origen de la ciudad.
Porque en los inicios del México Independiente, la avenida era justamente la “Calle Real” y cobijaba en la parte sur a la Aduana de Amecameca.
Casi un siglo después su nombre pasó a ser “calle Nacional», y en la cuadra que fotografió Castillo Hernández se ubicaban una cantina, un billar, una tienda, un taller de platería y una botica.
Cuarenta años después se puede apreciar que existe una bomba de gasolina.
¿Realmente podemos ver cómo fue el lugar donde vivimos? ¿Se requiere únicamente una gran imaginación o depende más bien de la buena o mala descripción de los testimonios, en este caso, las fotografías?
¿Usted qué opina?
FOTOS PAG 13-CRONICAS BAJO EL VOLCÁN
16