
Cronista municipal de Tepetlixpa
@MarioA_Serrano
La historia la cuenta una voz que en ese momento, para los que saben escuchar, tiene el típico tonito que caracteriza a los de Tepe
Después de escuchar los rumores, varias personas de Tepetlixpa se fueron con rumbo al sur.
Fueron preguntando por ahí y por allí hasta que un campesino que bajaba leña del monte les dijo que efectivamente habían algunos; pero no reunidos sino dispersos, lejos “allá por el Cerro del Aguacate”.
Bordearon las lomas, un camino largo y complicado pero finalmente llegaron al paraje.
El lugar era una cañada llena de árboles frondosos donde un hombre estaba acostado bocarriba sobre un petate con un gabán.
—¿Dónde van muchachos? –les preguntó el hombre.
—Venimos a ver un señor, quién sabe quién es.
El que está reuniendo algunos muchachos, alguna gente.
—¿Y cómo se llama? –les interpeló.
—Pues… la verdad no sabemos.
La historia la cuenta una voz que en ese momento, para los que saben escuchar, tiene el típico tonito que caracteriza a los de Tepe
— Nomás nos dijeron —retoma la narración.
El hombre, podemos imaginar, se medio incorporó del petate, mirándolos con unos ojos profundos pero conmovido.
—¡Ah que muchachos! Pero a ver, ¿a qué vienen?
—Pues queremos ver si nos recibe o nos consciente estar con él.
—Y ¿qué de veras tienen ganas? ¿Aguantarán la pelota?
—Pues a ver… lo que Dios diga.
—¿De dónde son?
—Somos de Tepetlixpa.
—¡Ah! Son de Tierra Fría. ¿Son de donde vive Porfirio Rodríguez?
—Sí señor
—¡Ah! Pos ese es mi amigo
—Ah que bueno, que bueno.
—Y qué, ¿de veras tienen ganas de venir a levantarse en armas?
—Pos… no sé de qué se trate. Nos venimos a ver si para trabajar, o para agarrar las armas.
El hombre, en ese momento seguramente ya de pie les habló paternal.
—No muchachos no sean tontos, miren, se trata de hacer una campaña contra Porfirio Díaz eh.
—Bueno, entonces lo que usted disponga. Nosotros ya nos venimos, de regresar, no nos regresamos. Tenemos buena edad para resistir.
—¿Y qué de veras aguantarán la pelota?
La voz que contó esta historia fue la del general José Contreras, que junto a otras personas de este municipio formaron parte del Ejército Libertador del Sur.
Cuando la narró tenía 93 años, estaba sentado en una silla de tul, como los abuelos de Tepe, el general usaba un sombrero terciado y una “mulita” como bastón; su gabán le cubría la fina guerrera de paño donde colgaban sus medallas por méritos revolucionarios.
Habló desde una distancia que no sabía de efemérides ni héroes de bronce porque no pensaba en un libro de historia sino en los recuerdos de personas de carne y hueso.
Así debiéramos pensar el legado de la Revolución mexicana en este siglo XXI, como el afán de las comunidades y las personas por defender sus más legítimos y sagrados derechos.
Cuando el general acabó de contar la anécdota, incluso uno que la puede ver en video, siente un nudo en la garganta.
—Ah que muchachos, veo que sí tienen ganas. Bueno, sí le aguantan… ¡yo soy! ¡Yo soy Emiliano Zapata!