13 de marzo
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La Fiesta de Tepetlixpa y sus tradiciones

(Segunda entrega)

Cronista municipal de Tepetlixpa

@MarioA_Serrano

Hacia el siglo XVII Tepetlixpa ya tenía suficientes recursos económicos (fruto de su agricultura y su comercio), que le llevaron a buscar repetidas veces su autonomía del Altépetl del que dependía desde tiempos prehispánicos, es decir, de Chimalhuacán. Ahí está el núcleo de esta singular tradición de la Fiesta: pedir permiso.

En la columna pasada comencé hablando de las tradiciones de la Fiesta de Tepetlixpa y abordé al Vítor.

En esta entrega continúo con el tema, pero con la peculiar tradición del Altépetl.

De entrada hay que entender que la palabra Altépetl (literalmente “cerro de agua”) se refería a aquel poblado que fungía como cabecera política por su importancia, economía, poder, etc. del que dependían otros pequeños poblados.

Los actuales Amecameca, Tenango del Aire, Tlalmanalco y Chimalhuacán eran los 4 Altépetl de lo que entonces se conocía como Chalcáyotl.

Cada Altépetl tenía altepemes “pueblos sujetos”, algo parecido a lo que hoy serían las delegaciones políticas de los municipios.

Evidentemente, los pueblos sujetos siempre trataban de independizarse, sobre todo para elegir a sus propios gobernantes y manejar sus propios recursos económicos.

Hacia finales del siglo XVII Tepetlixpa ya tenía suficientes recursos (fruto de su agricultura y comercio) que le llevaron a buscar repetidas veces su autonomía del Altépetl del que dependía desde tiempos prehispánicos, es decir, de Chimalhuacán.

Ahí está el núcleo de esta singular tradición de la Fiesta: pedir permiso.

Entendámoslo así: como pueblo dependiente de Chimal, Tepetlixpa tenía que “pedir permiso” para cualquier actividad más o menos importante que quisieran hacer.

Si eso era en la política, otro tanto sucedía en la Iglesia, porque el pequeño templo de San Esteban dependió de 1558 hasta 1894 del templo de San Vicente Ferrer. 336 años son muchos años en los que para hacer fiestas era necesario “pedir permiso” o autorización (los frailes primero y luego a los curas de Chimalhuacán) que no sólo daban su visto bueno, sino que ellos mismos eran los que venían a celebrar los oficios religiosos.

 Esa es la lógica de la celebración del Altépetl en la Fiesta de Tepetlixpa.

Un fin de semana antes del día grande se lleva una imagen vicaria (un “demandito”) del Dulce Nombre de Jesús a la Parroquia de San Esteban.

La imagen llega el sábado por la noche a la parroquia y ahí se queda; al día siguiente, en misa solemne se hace la “petición” al santo patrón, San Esteban, para que se pueda llevar a cabo la fiesta en el Santuario.

 No es que existan palabras específicas, ni un rito como tal, pero el sacerdote pide por el buen curso de las festividades, que todo salga bien, que no haya desórdenes ni violencia y en general que reine la paz.

Celebrada la misa, se hace el cambio de la familia que tendrá al Altépetl el siguiente año y como buena costumbre de este pueblo, los recibientes ofrecen una comida, se encargarán de hacer los respectivos rosarios mensuales a la imagen y cuidarla hasta su propio cambio el año siguiente, cuando nuevamente han de cumplir esta ceremonia de petición.

Si notan, el puente entre la historia ancestral y la tradición es tan sólido que parece estar amalgamado, sólo que a veces se olvidan los extremos.

Lo bello, como anunciaba al inicio de esta columna, es que en la práctica de estas tradiciones se actualiza una buena parte de la historia de la región.

 ¿Interesante, no les parece?

[Hasta la próxima…]