
La Fiesta de Tepetlixpa y sus tradiciones (parte 3 de 3)
Cronista municipal de Tepetlixpa
@MarioA_Serrano
Las tradiciones tienen personalidad; con eso quiero decir que su mayor reto no es salir adelante con la organización sino saltar el gusto o intención (personal o de grupo) y conectarla con toda la comunidad.
Hacer que todo el pueblo se involucre, porque le gusta y se identifica, es el primer paso para que una costumbre se vaya convirtiendo en tradición con mayúscula.
Las tradiciones no sólo se deben al tiempo; como todo en la vida alguien las propone, otros las recogen y su destino está echado en la continuidad.
Puede pasar de todo, algunas prosperan, otras se acaban aunque tuvieran las mejores intenciones y valores.
Las tradiciones también tienen personalidad y si me permiten decirlo, vida.
La fiesta de Tepetlixpa también tiene tradiciones modernas.
En 2001, año en que el Popocatépetl intensificó su actividad se propuso que todos los estandartes de las corporaciones hicieran un solemne recorrido al estilo del Vítor.
Fue un evento bien curioso cuando estaba por iniciar el recorrido, el volcán recordó que estaba vivo y su fumarola cimbró las calles.
¿Había que seguir o regresar a casa?
En medio de ese impactante evento de la naturaleza comenzó una de las tradiciones más modernas de la fiesta: el recorrido de estandartes del día lunes.
En el mismo sentido, desde hace 11 años se viene desarrollando otra práctica que consiste en hacer una carrera “de antorchistas en relevos”.
La idea de bajar un fuego con cierto carácter simbólico también une lo deportivo con la fe.
Al inicio sostengo que las tradiciones tienen personalidad; con eso quiero decir que su mayor reto no es salir adelante con la organización sino saltar el gusto o intención (personal o de grupo) y conectarla con toda la comunidad.
Hacer que todo el pueblo se involucre, porque le gusta y se identifica, es el primer paso para que una costumbre se vaya convirtiendo en tradición con mayúscula.
Eso es el “examen” y se vuelve difícil considerando que, como dice el dicho, en gusto se rompen géneros.
Porque las nuevas juventudes y el Internet han favorecido organizaciones que hace 20 años hubieran sido imposibles, aunque claro, sólo el tiempo tiene la última palabra.
Por eso se han venido realizando costumbres (que aspiran a ser tradiciones) para realizar: recorridos de marotas, comparsas de charros de Chimalhuacán, “carnavalitos” de chinelos (es decir, días después de la fiesta), comparsas de “chinelitos” a cargo de las escuelas y quemas de toritos, entre otras.
Pero lo mismo existen pequeñas costumbres que aunque ya llevan varios años, aún no pasan a ser Tradiciones, con mayúscula, porque sencillamente muchas personas no se sienten identificadas con esas prácticas o porque en realidad las actividades las hacen los visitantes, ahí están algunos bailes populares que se celebran en el atrio del santuario, la elaboración de tapetes de aserrín en la entrada del mismo templo, los Retos de Cuijingo y las danzas del estado de Guerrero.
En ese sentido, hay tradiciones de la fiesta que son muy religiosas o muy profanas y aunque las podemos ver cuando recorremos el atrio o el santuario, pocas veces paramos en su antigüedad: la Mesa del Dulce Nombre de Jesús (Danza Azteca) comenzó en el año de 1912 y según otros testimonios, incluso puede que desde 1894; las “medidas” o listones que se reparten a los fieles resultan esenciales a la festividad seguramente desde que inició todo (he documentado un libro de 1941 que ya habla enfático de las “medidas” como un gasto fijo para el santuario).
Ahora bien, dentro de la fiesta hay tradiciones que siempre han estado, pero el tiempo no ha sido muy benévolo con ellas: los jaripeos, desde que hay documentación al respecto (a partir de 1935) eran asuntos comunitarios junto con el visto bueno del ayuntamiento.
Los vecinos de cada sección recibían un oficio para que a su costa y organización, realizaran un jaripeo para engrandecer la fiesta; entonces, tenían que echarse a cuestas el buscar ganado, montadores, vigas, lazos, pastura y demás.
Pero de 1935 hasta por ahí del año 2002, en que se construyó la plaza de toros, Tepetlixpa era una comunidad rural y a la mayoría de la población gustaba de esa diversión; hoy día sólo sobreviven dos o tres organizaciones voluntarias que siguen buscando este tipo de jaripeo justamente tradicional.
Por otro lado, en los casos más extremos, están las tradiciones que han muerto.
Ahí están las viejas danzas que eran absolutamente tradicionales pero que desaparecieron con los años.
Los “Negritos”, Pastoras, la Contradanza, los “Vaqueros” y Huehues aparecen en 1938 como las grandes atracciones de la fiesta titular, como se le llamaba en ese tiempo.
Hoy ya no se realizan.
Con excepción de los Moros con Garrote que han recibido un gran impulso en los últimos cinco años (justamente por una organización que seguramente pronto alcanzará el rango de tradicional y al mismo tiempo es fruto de los tiempos modernos: el Colectivo Ruta del Tabarán), las danzas se perdieron para siempre.
Espero que después de este largo recorrido podamos reconocer que efectivamente la fiesta de Tepetlixpa es muy valiosa… por sus tradiciones.
Ofrecer comilonas para muchos invitados, la amabilidad de los anfitriones, el recibir a comensales que a veces ni se conocen, la forma en que se siguen recibiendo grandes peregrinaciones (mención especial las que vienen de Chimalhuacán, que ya pasan de 70 años de venirse realizando casi ininterrumpidamente), e incluso, el orgullo que tienen mis paisanos por la propia fiesta, resultan asuntos que ni siquiera mencioné antes, porque no son para leerse.
Se comprueban.
Ya usted dará el veredicto más importante sobre las tradiciones, la fiesta y los de Tepe en general.
Mil gracias por su lectura y hasta la próxima.