
@MarioA_Serrano
Cronista municipal de Tepetlixpa
Para Esperanza Rascón, in memoriam
Para ciertas compulsiones de la memoria, los objetos tal cual nos llegaron del pasado no son suficientes.
La urgencia de novedades, la insatisfacción que genera estar pegado a una pantalla, la obsesiva manía de estar dando clics, o lo que sea, ha motivado una reformulación de lo que nos llega del pasado.
Vivimos una época de nostalgia absoluta.
Recordar, rememorar, acudir al pasado es casi una compulsión, de ahí la enorme popularidad de páginas de Internet y redes sociales que comparten fotografías y películas antiguas.
Y si dicho material se avoca a los lugares donde vivimos, con mayor razón nos ponemos nostálgicos.
Pero también es cierto que para ciertas compulsiones de la memoria, los objetos tal cual nos llegaron del pasado no son suficientes.
La urgencia de novedades, la insatisfacción que genera estar pegado a una pantalla, la obsesiva manía de estar dando clics, o lo que sea, ha motivado una reformulación de lo que nos llega del pasado.
Me refiero específicamente a las aplicaciones y a las páginas que difunden fotografías en blanco y negro que han sido “coloreadas”.
Como si las sensaciones que provocan asomarse al pasado fueran incompletas o inexactas. Como si la evocación y sobre todo, la imaginación, debieran ser auxiliadas.
Colorear fotografías no es algo nuevo.
A finales del siglo XIX ya se venían buscando técnicas para aplicar color a las placas monocromáticas, pero los procesos no solo eran caros sino exageradamente complejos.
No quisiera extenderme mucho en esto, pero vale mencionar que hacia 1890 se popularizó en Estados Unidos (aunque se inventó en Suiza) un método llamado fotocromo que permitía obtener, mediante la combinación de técnicas de la litografía y fotografía, imágenes a color.
El fotocromo no se debe confundirse con la aparición de la fotografía a color, que comercialmente se introdujo en 1935 pero debido a sus altos costos, sólo se popularizó hasta cuarenta años después.
Lo que quiero comentar de interés para esta columna es que las primeras fotografías de calidad que se tomaron en y de Amecameca son de 1880 y diez años después ya se comercializaban las singulares estampas en fotocromo.
La imagen que ilustra este texto es justamente una de estas postales y no una recreación coloreada digitalmente.
¿Y qué hay detrás de estos aspectos meramente técnicos? Yo diría que mucho.
En 1880 comenzó a operar el ferrocarril de Morelos que luego se convirtió en el Interoceánico.
Durante el Porfiriato, la industria de los trenes era un auténtico monopolio norteamericano que amagó la economía del país a los intereses del vecino país del norte.
En ese 1880, por decir algo, se patrocinó a William Jackson, un connotado fotógrafo con amplia experiencia a pesar de que apenas si pasaba de los treinta años, para que hiciera un levantamiento fotográfico de todas aquellas poblaciones por donde iba a pasar el ferrocarril.
A Jackson se le permitió que parte de su trabajo lo pudiera vender en las estaciones y pueblos como una manera de obtener ingresos extras, lo que el norteamericano aprovechó desde luego.
Amecameca capturó su atención y por ende realizó una cantidad notable de tomas que reflejan o intentan hacerlo, el espíritu local y folklórico: hoy diríamos, sus potencialidades turísticas.
Diez años después, esas fotografías fueron sometidas al proceso del fotocromo. En síntesis se trata de realizar varias placas con una sustancia mineral para generar un negativo que luego se coloreaba para darle el efecto artístico de los colores y contrastes; una vez logrado el producto final se imprimían por millares. La Compañía Fotográfica de Detroit (The Detroit Photographic Company) según informa Wikipedia, produjo cerca de siete millones de impresiones en fotocromos en algunos años, entre ellos, las postales a todo color de la vieja Amecameca.
La ya citada postal que acompaña estas palabras tiene luego entonces una “hermana gemela”, la fotografía que en 1880 tomó Jackson.
Si fuerzan su memoria, se darán cuenta que es una imagen “famosa” que circula en Internet, en las reproducciones que se venden en el centro e incluso ha sido recreada en pinturas (pienso de inmediato en la que hizo don Crisóforo González)
Observando la famosa postal vale la pena destacar algunos elementos.
Yo pienso en dos: el fondo azulado del Popocatépetl, un color realmente imposible de definir y recrear en una pintura, y las pátinas o manchas que el tiempo imprime sobre los muros, tanto de la iglesia de la Asunción como de las demás construcciones que son parte de la composición.
Los fotocromos permitían que el gran público accediera a vistas “exóticas” de varias partes del mundo; ahí tenemos una pista de lo que nuestra región y en particular Amecameca, tenían de encantador para que se dieran a conocer literalmente en el mundo.
Desde luego, no podemos ser tan ingenuos para no darnos cuenta que detrás de estos experimentos artísticos habían enormes intereses comerciales: el ferrocarril permitía desplazar una gran cantidad de materias primas como madera, semillas, frutos, piedra y otros materiales de construcción y una no menos considerable cantidad de pasaje: era un gran negocio.
Detrás de las viejas fotografías de Amecameca también existe un rastro de explotación económica, pero de momento eso nos ha permitido asomarnos al cómo era, y en este caso, a una visión más realista del “cómo fueron” las calles y rincones por las que ahora transitamos como si nada.
Sobre estos temas platicaba ampliamente con la maestra Esperanza Rascón antes de que la pandemia comenzara.
Mientras estaba escribiendo el libro de crónicas Vivir bajo el volcán donde justamente hablo de los fotógrafos como Jackson y Scott, la gestora cultural me preguntaba sobre mis avances e intercambiábamos puntos de vista sobre la transformación de nuestros pueblos.
No fue la única vez que platiqué con ella, pero recordaré con cariño nuestras charlas mientras repasaba los legajos del Archivo Histórico de Amecameca.
Como muchas personas, la maestra siempre estuvo interesada por esos temas que rescataban y dignifican la memoria de estos pueblos bajo el volcán.
Donde esté seguramente sigue indagando en ello.
Les envío un fraternal abrazo a sus familiares y amigos.