14 de marzo
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@MarioA_Serrano

Cronista municipal de Tepetlixpa

El Miércoles de Ceniza, que a no ser por la pandemia estaría celebrándose justamente este día, es uno de esos eventos que deberían ser motivo de orgullo no solo para los habitantes de Amecameca sino en general para toda la región. Aquí van tres estampas para abonar a su historia.

“Me chocan los cuetes y le hacen daño a los perritos”

Con todo su capital cultural, el Miércoles de Ceniza también es una práctica que se rechaza por motivos no religiosos.

En otros pueblos, los miembros de iglesias no católicas pueden manifestar su desacuerdo por razones estrictamente de conciencia, pero en Amecameca se rechaza por asuntos fuera de la religión: por el ruido, el desquiciamiento del tránsito, por la basura generada y sobre todo por la tradición del “alba”, es decir, de los cohetones que se queman por la mañana y que varias personas consideran ruido ambiental, contaminación y daño para las mascotas.

En suma se arguye que son prácticas que ya no deberían realizarse en este siglo.

Eso muestra la tensión entre un Amecameca más “urbano” y un Amecameca más tradicional apegada a sus costumbres rurales; dicha tensión sin embargo no es nueva y no me canso de subrayarla, Ignacio Manuel Altamirano de hecho la puso sobre la mesa de discusión por primera vez en la clásica crónica sobre el Miércoles de Ceniza que escribió en 1880.

En ese texto, el maestro se dedicó a fustigar sobre las costumbres supersticiosas y atávicas que los indios llevaban a cabo.

Para él y buena parte de su generación, era un desperdicio gastar tanto dinero en cohetes y fiestas religiosas cuando debería de invertirse en educación y cultura, pero aun y cuando dedicó buena parte del texto a demostrar que todo el asunto de la fe se podía reducir a una explicación histórica, la verdad es que al final nos regaló hermosas estampas sobre la parte viva de la fiesta, con sus colores, ruidos, olores y diversión.

Este tipo de contradicciones tan características de Amecameca vuelven muy interesante observar el Miércoles de Ceniza, porque, aunque las quejas sean justificadas, el lado comercial no se desdeña.

En el mismo año de la crónica, por ejemplo, la tesorería municipal reportó ingresos por $216 pesos, cantidad notoriamente sustanciosa si la comparamos, por ejemplo, con los $35.50 que ingresó por los tianguis semanales o la modesta cantidad de $15 por el “corte de nieve en los criaderos de la municipalidad”.

Con ello quiero decir que aunque sea quizá el único lugar donde ha existido un rechazo abierto, también es verdad que su importancia económica aquilata bastantes quejas.

“Que sin embargo, se haga”

En 1913 el presidente de Amecameca, Luciano Parrilla, vivía una serie de problemas de esos que no se envidian: muchas personas de San Pedro Nexapa detenidas injustamente, la presión del jefe político para que lo auxiliara en la “pacificación” de la región, los dos ferrocarriles exigiendo todo tipo de beneficios y exenciones de impuestos, en fin.

Sin embargo, a finales de enero solicitó que se reforzara la guarnición de Amecameca, puesto que estaba por celebrarse “la feria del carnaval que anualmente se celebra en esta Ciudad” y tenía miedo de que sucedieran “desordenes que fácilmente pudieran suscitarse por la aglomeración de gente”.

El alcalde fue un paso más adelante: “para proporcionar mayores garantías de seguridad a los caminantes [las peregrinaciones] que vengan a esta [ciudad] con motivo de dicha feria, sería pertinente estacionar en los lugares convenientes a algunos destacamentos de caballería, pues por la inseguridad que existe, se teme que los bandoleros aprovechando la oportunidad cometan asaltos y robos”.

Lo interesante, como pueden ver, es que el alcalde Parrilla no temía que los peregrinos se hicieran zapatistas, sino que el desorden en los caminos favoreciera delitos.

“Ahorita mismo tramitamos un amparo”

En 1914 era presidente de Amecameca Cristóbal Villa, médico homeópata cuyas virtudes como político no fueron precisamente memorables.

En febrero, las tropas carrancistas establecieron un cuartel en la base del Sacromonte; las obras de fortificación echaron por los suelos 60 árboles que quedaron tirados de febrero a junio esperando ser rematados, pero que al final nadie compró justamente por el estado de violencia que se vivía en la ciudad; no obstante, el Miércoles de Ceniza se llevó a cabo.

   La tropa carrancista tendía a ser más jacobina y arremetía contra imágenes religiosas y creencias a la menor provocación; esa vez extendió el permiso para llevar a cabo el carnaval, pero con la condición que no fuera ostentoso ni multitudinario.

Al comenzar las celebraciones, la tropa decidió que la banda de música que amenizaba el evento debía servirles a ellos en lugar de la imagen de pasta de caña y sin más miramientos subieron al cerro para requisarla.

Sabemos de esta anécdota porque un habitante de Amecameca de nombre Antolín Mendizábal, indignado por el abuso de poder tramitó un amparo directo contra la Secretaría de Guerra.

Es el extremo de lo que comentaba arriba, que una persona (no sé si Mendizábal era abogado o un mero ciudadano), con tal de defender sus creencias haya iniciado un proceso judicial en una época tan caótica como esa.

Evidentemente me faltaría espacio para agotar las historias del Miércoles de Ceniza, en lo que igual caben los pormenores del horrible descarrilamiento del ferrocarril en Temamatla en 1895, que justamente era un tren repleto de peregrinos y asistentes al carnaval.

   Las fotografías de Hugo Brehme alrededor de 1900 y las de Pierre Verger 30 y pico años después, que deleitaron a sus autores y a nosotros en esta época de tantas prácticas ancestrales y personas viviendo su fe que lograron capturar, lo mismo que la presencia del ídolo Pedro Infante viniendo de incógnito en los años 50 para los famosos bailes que se llevaban a cabo en este lugar, que como he venido diciendo, es una ciudad pequeña que aún es un enorme pueblo.

            Pero como no se podrán agotar pronto, en realidad los invito a que ustedes mismos compartan las suyas. ¿Qué recuerdos tiene del Miércoles de Ceniza?, ¿cómo irán a ser en el futuro? Les agradezco mucho por la atención a esta columna. ¡Hasta la próxima!

Crónicas bajo el Volcán

Cronista municipal de Tepetlixpa

@MarioA_Serrano

Tres historias del Miércoles de Ceniza

El Miércoles de Ceniza, que a no ser por la pandemia estaría celebrándose justamente este día, es uno de esos eventos que deberían ser motivo de orgullo no solo para los habitantes de Amecameca sino en general para toda la región. Aquí van tres estampas para abonar a su historia.

“Me chocan los cuetes y le hacen daño a los perritos”

Con todo su capital cultural, el Miércoles de Ceniza también es una práctica que se rechaza por motivos no religiosos.

En otros pueblos, los miembros de iglesias no católicas pueden manifestar su desacuerdo por razones estrictamente de conciencia, pero en Amecameca se rechaza por asuntos fuera de la religión: por el ruido, el desquiciamiento del tránsito, por la basura generada y sobre todo por la tradición del “alba”, es decir, de los cohetones que se queman por la mañana y que varias personas consideran ruido ambiental, contaminación y daño para las mascotas.

En suma se arguye que son prácticas que ya no deberían realizarse en este siglo.

Eso muestra la tensión entre un Amecameca más “urbano” y un Amecameca más tradicional apegada a sus costumbres rurales; dicha tensión sin embargo no es nueva y no me canso de subrayarla, Ignacio Manuel Altamirano de hecho la puso sobre la mesa de discusión por primera vez en la clásica crónica sobre el Miércoles de Ceniza que escribió en 1880.

En ese texto, el maestro se dedicó a fustigar sobre las costumbres supersticiosas y atávicas que los indios llevaban a cabo.

Para él y buena parte de su generación, era un desperdicio gastar tanto dinero en cohetes y fiestas religiosas cuando debería de invertirse en educación y cultura, pero aun y cuando dedicó buena parte del texto a demostrar que todo el asunto de la fe se podía reducir a una explicación histórica, la verdad es que al final nos regaló hermosas estampas sobre la parte viva de la fiesta, con sus colores, ruidos, olores y diversión.

Este tipo de contradicciones tan características de Amecameca vuelven muy interesante observar el Miércoles de Ceniza, porque, aunque las quejas sean justificadas, el lado comercial no se desdeña.

En el mismo año de la crónica, por ejemplo, la tesorería municipal reportó ingresos por $216 pesos, cantidad notoriamente sustanciosa si la comparamos, por ejemplo, con los $35.50 que ingresó por los tianguis semanales o la modesta cantidad de $15 por el “corte de nieve en los criaderos de la municipalidad”.

Con ello quiero decir que aunque sea quizá el único lugar donde ha existido un rechazo abierto, también es verdad que su importancia económica aquilata bastantes quejas.

“Que sin embargo, se haga”

En 1913 el presidente de Amecameca, Luciano Parrilla, vivía una serie de problemas de esos que no se envidian: muchas personas de San Pedro Nexapa detenidas injustamente, la presión del jefe político para que lo auxiliara en la “pacificación” de la región, los dos ferrocarriles exigiendo todo tipo de beneficios y exenciones de impuestos, en fin.

Sin embargo, a finales de enero solicitó que se reforzara la guarnición de Amecameca, puesto que estaba por celebrarse “la feria del carnaval que anualmente se celebra en esta Ciudad” y tenía miedo de que sucedieran “desordenes que fácilmente pudieran suscitarse por la aglomeración de gente”.

El alcalde fue un paso más adelante: “para proporcionar mayores garantías de seguridad a los caminantes [las peregrinaciones] que vengan a esta [ciudad] con motivo de dicha feria, sería pertinente estacionar en los lugares convenientes a algunos destacamentos de caballería, pues por la inseguridad que existe, se teme que los bandoleros aprovechando la oportunidad cometan asaltos y robos”.

Lo interesante, como pueden ver, es que el alcalde Parrilla no temía que los peregrinos se hicieran zapatistas, sino que el desorden en los caminos favoreciera delitos.

“Ahorita mismo tramitamos un amparo”

En 1914 era presidente de Amecameca Cristóbal Villa, médico homeópata cuyas virtudes como político no fueron precisamente memorables.

En febrero, las tropas carrancistas establecieron un cuartel en la base del Sacromonte; las obras de fortificación echaron por los suelos 60 árboles que quedaron tirados de febrero a junio esperando ser rematados, pero que al final nadie compró justamente por el estado de violencia que se vivía en la ciudad; no obstante, el Miércoles de Ceniza se llevó a cabo.

   La tropa carrancista tendía a ser más jacobina y arremetía contra imágenes religiosas y creencias a la menor provocación; esa vez extendió el permiso para llevar a cabo el carnaval, pero con la condición que no fuera ostentoso ni multitudinario.

Al comenzar las celebraciones, la tropa decidió que la banda de música que amenizaba el evento debía servirles a ellos en lugar de la imagen de pasta de caña y sin más miramientos subieron al cerro para requisarla.

Sabemos de esta anécdota porque un habitante de Amecameca de nombre Antolín Mendizábal, indignado por el abuso de poder tramitó un amparo directo contra la Secretaría de Guerra.

Es el extremo de lo que comentaba arriba, que una persona (no sé si Mendizábal era abogado o un mero ciudadano), con tal de defender sus creencias haya iniciado un proceso judicial en una época tan caótica como esa.

Evidentemente me faltaría espacio para agotar las historias del Miércoles de Ceniza, en lo que igual caben los pormenores del horrible descarrilamiento del ferrocarril en Temamatla en 1895, que justamente era un tren repleto de peregrinos y asistentes al carnaval.

   Las fotografías de Hugo Brehme alrededor de 1900 y las de Pierre Verger 30 y pico años después, que deleitaron a sus autores y a nosotros en esta época de tantas prácticas ancestrales y personas viviendo su fe que lograron capturar, lo mismo que la presencia del ídolo Pedro Infante viniendo de incógnito en los años 50 para los famosos bailes que se llevaban a cabo en este lugar, que como he venido diciendo, es una ciudad pequeña que aún es un enorme pueblo.

            Pero como no se podrán agotar pronto, en realidad los invito a que ustedes mismos compartan las suyas. ¿Qué recuerdos tiene del Miércoles de Ceniza?, ¿cómo irán a ser en el futuro? Les agradezco mucho por la atención a esta columna. ¡Hasta la próxima!