13 de marzo
77

Por Arqueólogo Jaime Noyola Rocha

Cronista Municipal de Chalco

-Primera parte-

   Hace 12 años, cruzando puentes y caminando por los callejones y calles sinuosas de San Mateo Tezoquipan, en búsqueda de información sobre el pueblo, un vecino me aconsejó que fuera a buscar a don Luis Márquez Islas[1], hombre que por entonces contaba con 85 años de edad.

Recuerdo que se veía aún muy fuerte y tenía un ánimo excelente además de ser un buen conversador.

Diría que era una persona que había vivido intensamente su pueblo y sabía muchas cosas que ahí habían acontecido.

 Don Luis me reveló una historia de la mayor relevancia para los habitantes de Miraflores, ya que el feliz suceso en el que todo este asunto desembocó, dotó de casa propia a muchos de los actuales vecinos del pueblo.

Antes de comentar los detalles de la amena charla habría primero que hablar de las condiciones por las cuales una cantidad respetable de tierras se encontraban baldías por entonces, estamos hablando del año de 1937.

En Miraflores existió durante la época novohispana la hacienda del Mayorazgo Vera Ureña.

¿Qué era un Mayorazgo? Busqué información y me enteré que era una rancia institución monárquica española cuyos antecedentes procedían del siglo XIII en la Edad Media, contenidas ya en las Siete Partidas.

 Encontré un excelente texto de Guillermo F. Margadant[2] quien dice que en el siglo XVI la aristocracia le dio al mayorazgo una reglamentación renacentista y define muy bien los alcances que tuvo desde los reyes católicos.

El erudito en derecho romano acota:

En España, este mayorazgo ha sido una institución de marcado sabor feudal, que habría surgido en íntima unión con la nobleza medieval, con su sed de eternización dinástica y su obsesión por la gloria familiae.

Este mayorazgo nobiliario debía ayudar para que un destacado apellido aristócrata contara para siempre con un decente substratum de ingresos, que quedara a disposición de habitualmente un solo representante de la familia en cada generación.   

Entonces se trata de algo muy antiguo como el derecho de primogenitura, pero relacionado con la nobleza española de España y de Nueva España entre los siglos XVI y XVIII.

Nuestro autor, después de apuntar que esta institución española tuvo mayor aceptación en la Corona que la Encomienda porque su constitución no representaba merma para las arcas reales, además de ser una institución ejemplar del alto valor de la nobleza española.

Pero desde el punto de vista de la élite de la comunidad hispana, el mayorazgo era una institución recomendable por el hecho de permitir el surgimiento controlado por la Corona, de una aristocracia paradigmática, que serviría de modelo a todos por su sentido de lealtad a la corte, su sentido de honor y valentía.

            El mayorazgo llegó a la Nueva España desde la conquista, Hernán Cortés fue el primer español que recibió un mayorazgo, mismos que la Corona española siguió otorgando hasta el final de la fase novohispana.

Aquí en la región de los volcanes hubo dos importantes mayorazgos, el mencionado de San Mateo Tezoquipan y uno enorme que cubría tierras de Juchitepec y Milpa Alta.

            Oralia Alemán dice que el mayorazgo Vera Ureña permaneció en manos de la misma familia entre los años 1674 y 1804 y revela cómo fue constituido:

Este mayorazgo se conoce como la hacienda Vera Ureña, fundado por don Matías de Vera y su esposa Ana Ureña, miembros de una importante familia de la oligarquía de la Ciudad de México, [que detentaba] el oficio de Tesorero de la Real Casa de Moneda.[3] 


[1] Márquez Islas, Luis, Entrevista realizada en San Mateo Tezoquipan, estado de México en 2010.

[2] Margadant, Guillermo F. El Mayorazgo Novohispano, producto natural de un Zertgeist, y anatema para el siguiente. Anuario mexicano de Historia del Derecho, I.I. Jurídicas, UNAM.

[3] Alemán Reyes, Oralia Chalco, monografía municipal, Gobierno del Estado de México, 1999 p. 117