
De pelos y huellitas
Nashrú López Rascón
Sí, como lo leen, no siempre somos nosotrxs quienes adoptamos a nuestras mascotas, en particular, gatos y, sobre todo, perros, a veces son ellxs quienes deciden con quién van a vivir.
Hoy hablaremos de un par de historias que bien ilustran esta situación invertida.
Hace como 3 años, Violeta se encontró a un Schnauzer pequeño deambulando en el mercado, se le notaba que había sido perro de casa, pero estaba sucio, con rastas y puesto un suéter deshilachado, así que lo recogió y lo llevó a su negocio a resguardar, mientras publicaba su foto con la esperanza de encontrar al dueño.
En efecto, una semana después se puso en contacto la dueña de Pañal, así se llamaba, porque su pequeña hija de menos de 2 años comenzaba a hablar y una de las palabras que ya podía pronunciar era justamente esa, así que lo nombraba de esa manera.
La señora demostró que era su perro, con publicaciones de búsqueda y fotos que guardaba, así que mi hermana se lo devolvió.
Sólo pasaron dos días y Violeta volvió a ver en redes sociales una publicación donde se reportaba nuevamente al Pañal como perdido; triste historia, pero ella ya no podía hacer nada.
A los 3 meses, pasando por un puesto de carnitas en el centro, notó que le estaban aventando unos escobazos a un schnauzer oscuro y pequeño, todo desaliñado y flaco; a pesar de lo deteriorado, lo reconoció de inmediato, ¡otra vez era Pañal!
Con frenada intempestiva paró la camioneta que venía manejando, abrió la puerta y llamó al peludo, este corrió al vehículo sin siquiera pestañear, se subió y con singular entusiasmo se arrojó a sus brazos.
Mi hermana nuevamente se puso en contacto con la dueña y nuevamente fueron a recogerlo, sólo que al día siguiente de esta segunda recuperación el cuadrúpedo estaba afuera de nuestra cafetería, desde muy temprana hora, esperando a que abrieran para entrar.
Y ¿qué pasó? Pues Violeta volvió a buscar a la dueña, fueron otra vez por él y se lo llevaron, pero al día siguiente… ¡misma historia! sólo que esta vez mi hermana envió el mensaje y la dejaron en visto, ciertamente, la señora se había dado por vencida renunciando a su mascota.
Ante el nuevo escenario Pañal entró al proceso de acondicionamiento para adopción, o sea, rehabilitación alimenticia, desparasitada, vacunas, esterilizada, peluqueada, despulgada y chuleada general.
Sobra decir que cuando entró a este proceso el pobre perro estaba lleno de rastas, sucio y pulgoso; en honor a la verdad, el que tuviera casa y fuera de raza no significaba que estuviera bien cuidado, una situación que les será familiar, pues si nos asomamos a los hogares que tienen mascota, al menos la mitad son perros (aplica también en gatos) que sufren algún tipo de maltrato -incluido el abandono: puede que estén desnutridos, que los tengan en un espacio demasiado pequeño para su tamaño y/o temperamento, que estén muy expuestos al frío, al sol y/o a la lluvia, que pasen la mayor parte del tiempo solos, con el agravante de que en muchos casos los mandan a las azoteas y, para rematar están amarrados casi o todo el tiempo y con correa muy corta (el mínimo estipulado para que no se considere maltrato es 2 metros con el otro extremo del amarre a la altura del perro o un poco más abajo, pero nunca más arriba).
Es frecuente que estas condiciones se combinen y el animal padezca más de una, y en todos esos casos difícilmente están vacunados, desparasitados y mucho menos, esterilizados; esto sin contar con que hay razas mucho más apegadas que otras, por ejemplo, los Schnauzer, que requieren contacto estrecho y frecuente con sus humanos.
El caso es que el Pañal ya muy guapo y con todo su protocolo se fue a un par de ferias de adopción con Claudia Saldaña, otra amiga rescatista de Violeta que consiguió espacio para él.
¡No hubo manera!, todo lo dulce y amoroso que era con mi hermana se tornó en arisco y ladrucón en las ferias, digamos que no ayudó nada a que alguien se encariñara con él y lo quisiera adoptar, así que Violeta se dio por vencida, el can se había salido con la suya y su nueva dueña sería ella, quien le cambió el nombre a Camilito, inspirado en su perronalidad medio calamity y su nombre original, pero en diminutivo: Pañalito; actualmente se llama Camilo a secas y es la sombra de mi hermana, la sigue a donde quiera y se duerme a su lado; cuando ella sale de la casa lo tiene que dejar encerrado para que no salga corriendo atrás de su bicicleta o su automóvil.