13 de marzo
58,,,,,

Cronista municipal de Tepetlixpa

@MarioA_Serrano

Ambas mujeres tenían todas las cargas negativas de su tiempo: eran pobres, tenían conocimientos ancestrales que a los duros ojos de sus jueces parecían cosa del diablo, pertenecían a las capas más bajas de la sociedad y no vivían originalmente en la gran Ciudad de México.

Hace varios ayeres tomé clases con Claudia Llanos Delgado en la UNAM, una experta en el tema de la literatura de mujeres y el análisis historiográfico, pero también una feminista declarada con quien por primera vez tomé conciencia de ese movimiento organizado.

La maestra nos hacía ver que los problemas de las mujeres son tan amplios y a veces tan repugnantes en razón de las atrocidades que vivieron, que se necesita un enorme filo crítico para poder investigarlas; pero más que nada se necesita una buena teoría, unas andaderas correctas (por así decirlo) para meterse en ese camino y auxiliar en las respuestas al problema.

            La maestra, huelga decirlo era muy combativa.

En esos años donde el lenguaje inclusivo aún no era visible nos corregía y conminaba a no usar palabras que separaran y diferenciaran; menudo reto porque incluso “seres humanos” parecía tener una carga machista.

 Pero la maestra también era respetuosa, escuchaba y fomentaba el debate en aquellas aulas de mi querida facultad de filosofía y letras.

            El tema central de su curso era analizar fuentes históricas y para ello usó dos casos de sendos procesos de la Inquisición durante el siglo XVII.

Uno  era el caso de Antonia de Soto, una mulata oriunda del norte del virreinato (Durango específicamente) y el otro era de Gregoria Piedra, conocida con el sobrenombre de La Macho.

Ambas mujeres tenían todas las cargas negativas de su tiempo: eran pobres, tenían conocimientos ancestrales que a los duros ojos de sus jueces parecían cosa del diablo, pertenecían a las capas más bajas de la sociedad y no vivían originalmente en la gran Ciudad de México.

Pero, sobre todo, eran mujeres y tenían una sexualidad tan compleja que sus casos resultarían incluso hoy bastante difíciles de entender.

Antonia y La Macho como se sobreentiende, practicaban el travestismo.

Ser mujeres vistiéndose de hombres hace más de 300 años las convirtió de golpe en lo marginal de lo marginal.

Por eso, abordar todo el análisis con perspectiva de género, cuando apenas iniciaba la apuesta, era un tremendo reto académico pero también de actitud.

 Era fácil hacer conjeturas y deslizar nuestras propias opiniones personales por ejemplo, y tratar de desaprender eso mismo para dar el salto hacia adelante.

No fue la clase de la maestra Llanos Delgado mi mejor materia como alumno, pero atrajo mi atención al hecho de que tan es necesario estudiar la historia de las mujeres desde una perspectiva que no sea otra sino la de las propias mujeres, ajena a prejuicios y desvaloraciones como al hecho no menos importante de que es indispensable que conozcamos palabras y conceptos que comienzan a ser repetitivos pero sin entender claramente lo que significan.

 Desde luego, ahora mismo le puedo quitar “historia” para poner en su lugar “actualidad”, “realidad”, “necesidades” y en sí, para tener una perspectiva de género que no sea de mera palabra sino de actitud.

En ese entonces, mi profesora, que se declaraba abierta y combativa feminista en pie de lucha nos hacía entender qué es el feminismo, cómo se articula, qué teorías tiene y desde luego el sentido común que debe existir dentro de cualquier ideología.

Alguna vez nos comentaba, recuerdo, que era feminista absoluta, pero no por eso no era una persona funcional capaz de sobrevivir.

 Nos dio mucha risa a todas las personas de la clase, empezando por ella, y con ese gesto también nos prevenía de la dispersión que causan muchas teorías en un movimiento.

Discutir si “A” es mejor que “B” puede estarnos alejando del hecho que “C” fue el motivo original de ponerse en pie de lucha, algo así nos explicaba.

Desconozco la actualidad de la maestra y si la he traído a cuento en este texto es porque en los días pasados, mientras me tocaba ser orador de una ceremonia pública, una manifestación feminista irrumpió en el acto.

Mientras las mujeres marchaban y lanzaban sus consignas por mi cabeza pasó rápidamente una serie de ideas sobre la tremenda actualidad de sus demandas, sobre los dilemas que debieran saltar la teoría y las promesas para garantizar que toda mujer pueda llevar una vida común y corriente sin temor de no regresar a casa, por ejemplo.

Por otro lado, ante el crecimiento del feminismo voy a llamarlo “local”, siento que debe abordarse la necesidad de comprenderlo, de conocer sus posturas actuales a la luz de la Tercera Ola, de analizar sus demandas y evitar los señalamientos, estigmas y peor aún, posibles tergiversaciones de su propio movimiento.

Creo que mi caso al igual que el de muchas personas es que en realidad no conocemos casi nada sobre el feminismo y acaso somos muy pocas las que comprendemos por el contrario, que la situación actual de las mujeres, como si el tiempo de La Macho siguiera presente, es por desgracia, horrible.