12 de marzo
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De pelos y huellitas

Nasrhu López Rascón

Saludos mis estimad@s lectores. Hace días que traigo a Princesa en la mente, la he estado recordando y qué mejor manera de hacerlo que escribir sobre ella.

En principios de 2019, a dos cuadras de mi casa, una noche fueron a aventar a dos  jóvenes perritas con un cachorro.

Una vecina compasiva les puso agua y una caja de cartón grande para guarecerse.

Tristemente, a los pocos días el cachorro fue atropellado y murió.

 Las dos sobrevivientes siguieron ahí; nuevamente, algunas vecinas y vecinos tenían el gesto de acercarles algo de comida, de hecho, al paso de unas semanas, una de ellas fue adoptada por una familia que vive a la vuelta de esa calle, la llamaron Mugrosita.

El caso fue que la otra esponjada -las dos son perras de pelaje tupido- se quedó viviendo ahí y unos pocos meses después quedó preñada, teniendo cinco cachorros.

 Para hacer su madriguera se fue a hacer un hoyo debajo de una enredadera que estaba, justamente, al lado de la casa donde expulsaron a “la otra manada” (la que relaté en la entrega anterior), y a escasos tres metros de una tiendita de barrio. Conforme crecieron y pudieron caminar, los cachorritos empezaron a asomarse fuera del hoyo, de repente dos blanquitos “pochones” desaparecieron, seguramente a alguien le gustaron y se los llevó; los otros tres ahí siguieron.

Un buen día, más bien noche, una pequeña de seis años de por ahí fue a la tienda solita, y -como buena niña inocente- vio a los cachorrines debajo del matorral y se quiso acercar a acariciarlos; ahora sí que aplica decirlo así: la perra madre le tiró una mordida en la piernita, no letal, pero sí en tono hostil, como para advertirle que no se acercara y que lo que quisiera con sus cachorros se las vería con ella.

 La pobre niña se fue llorando a su casa y a los pocos minutos el indignado papá ya estaba afuera dispuesto a matar a la madre perra por haber atacado a su hija. Afortunadamente, otro vecino intervino y le dio el parón al señor, pues Princesa -como la llamaban en el barrio- no era agresiva en sí misma, y la niña, sin saberlo, había sido imprudente, por no decir que la verdadera imprudencia era la de los padres que mandan sola a la tienda, y por la noche, a una niña de seis años.

En cuanto Violeta supo lo sucedido, le quedó claro que dejar ahí a la perra era condenarla a morir envenenada o algo similar, así que decidió llevársela con todo y cachorros.

Para su sorpresa, cuando pudo agarrar a los cuatro animales se dio cuenta que la madre ardía en calentura y todos estaban enfermos; de inmediato atendió el problema y, después de la revisión veterinaria, el diagnóstico fue moquillo.

 Con perseverante paciencia, cuidó de los cuatro, sin embargo, a los pocos días dos de los cachorros murieron y, en cambio, la madre y una hijita comenzaron a mejorar.

Princesa se recuperó más o menos pronto, pero la cachorra, ahora bautizada como Pulga, tardó un mes en sanar y le quedó como secuela un cuadro epiléptico, controlable si se le suministraba el medicamento correspondiente.

Y así fue, ambas quedaron en resguardo mientras Violeta buscaba quien las adoptara, y ambas también resultaron ser un amor de perras, una en versión traviesa -como corresponde a una cachorra- y la otra un animal apacible y cariñoso.

 Imagínense ustedes a una madre desnutrida, enferma y ardiendo en fiebre ¡si no iba a ser hostil con quien se acercara a tratar de agarrar a sus cachorros! Y aun así, sólo hizo un gesto de advertencia, por eso no debemos satanizar a un perro que muerde sin averiguar primero cuál es su circunstancia.

Volviendo a nuestro relato, un par de meses después de ser rescatada, Princesa se convirtió en una belleza: grandota y con un pelaje de oso, esponjada, acolchonada… por ahí debe tener algún gen de San Bernardo.

Pulga, bonita pero físicamente menos agraciada que su madre, se ganaba la simpatía de quien la conociera, pues resultó noble, alegre y muy cariñosa.

Un año después, Princesa -que en el nombre llevó el destino- fue adoptada por un par de hermanos en una exclusiva zona residencial de Santa Fe, al lado de un parque más parecido a un bosque que a un parque, ahí sale a dar sus paseos cotidianos cuando no viaja en avión privado a Mérida, donde viven los padres de la hermana y el hermano.

Recuerdo que después de esa adopción fue la primera vez que le dije a Violeta si no me quería poner en adopción ¡a mí también!

Por su lado, a Pulga le fue igual de bien.

Primero se la llevaron a vivir a un fraccionamiento nice de Huixquilucan, y cuando la pareja se mudó a una zona, también nice, de Monterrey, se la llevaron con ellos, no pusieron de excusa la mudanza para dejarla abandonada, como hacen otr@s, que se olvidan que tener una mascota es incorporar otro miembro a la familia, con toda la responsabilidad que eso conlleva.

Así una historia feliz en medio de tantas desdichas perrunas.

Y hablando de desdichas, después de la tragedia en el relleno sanitario de Amecameca, donde murieron ahogados en desechos tóxicos alrededor de 100 perritos, se han implementado algunas acciones, Somos su Voz, A.C., organización con la que colabora mi hermana, se encargaron de esterilizar a 49 perritos que viven en el relleno y son propiedad de las familias que viven en los alrededores y se dedican a la honrosa labor de pepenar entre los deshechos que la sociedad amecamequense produce tan alegremente cada día ¡47 toneladas diarias!

Lo digo con plena conciencia: sería una buena política educativa organizar excursiones escolares y de otros sectores al relleno para que dimensionemos el problemón que tenemos enfrente con nuestro nefasto hábito de No Reducir, No Reusar y No Reciclar, con el agravante de que es poca la población que separa su basura y eso deriva en montañas de residuos que ya no se pueden reusar ni reciclar.

En el relleno hay alrededor de 250 canes sobreviviendo, más de la mitad son cachorros con una esperanza de vida muy corta y de pésima calidad.

En la próxima entrega seguiremos hablando de este asunto, pues amerita.

Por lo pronto, cabe mencionar que tanto la diputada local, Beatriz García, como el ayuntamiento municipal, se están comprometiendo más con el tema.

Si bien les toca, a la diputación en calidad de legislativo y, especialmente, al municipio en calidad de ejecutivo, podrían voltear para otro lado, como hicieron pasados presidentes, en especial los último dos.

Se agradece la colaboración, aunque sabemos que hace falta un largo camino por recorrer, es fundamental el compromiso de autoridades y ciudadanía, que en mucho también es responsable. 

Aquí paramos hoy.

La cantaleta ya se la saben: siempre ver por cualquier animalito en problemas ¡salvémoslos y salvémonos!