
Mario Alberto Serrano Avelar
Cronista Municipal de Tepetlixpa
En este 2023 deberíamos de estudiarlas realmente, ¿cómo se llevan a cabo?, ¿qué problemas van a enfrentar?, ¿qué problemas ya están enfrentando?, ¿cuántas personas pueden llegar y ser parte del capital cultural de una comunidad?
El pasado fin de semana sucedieron en Tepetlixpa y Amecameca eventos que dentro de la ahora llamada “Nueva Normalidad” están recobrando su ritmo y calendario típicos.
Me refiero a las ceremonias tradicionales previas a sus festividades, la Fiesta de Enero en el municipio colindante con Morelos y el Miércoles de Ceniza en la pequeña capital regional.
Tuve la enorme oportunidad de estar en ambas tradiciones con diferentes papeles.
En Tepetlixpa, por primera vez pude realizar un conversatorio junto a la directora de Turismo Municipal, con los integrantes de la mayordomía del Dulce Nombre de Jesús para dialogar sobre la historia de la imagen, el santuario y las tradiciones. Fue por cierto una experiencia muy grata en la que buscamos que los peregrinos y visitantes puedan tener información más precisa sobre la Fiesta.
Pero también para compartir, entre otras cosas, un documento muy valioso que menciona que en septiembre de 1932 Fortino de la Rosa, Librado San Vicente, Alejandro Soriano y Ascencio de la Rosa, primer, segundo, tercer y cuarto representantes respetivamente de la Cuadrilla de la Contradanza, contrataron a Brígido Ramírez de San Juan Tehuixtitlán para que les diera clases a varias muchachitas y niños del viejo Tepe.
Es pues una pista para ubicar la procedencia de esta danza que en 1933 debió ser muy vistosa (¡y excelentemente organizada!) y que hoy día desafortunadamente se ha perdido.
Las celebraciones profanas religiosas alrededor de Tepetlixpa y Amecameca, su nombre lo dicen, son parte de la religión católica.
Sin embargo, también forman parte de su patrimonio cultural, pero ante lo manido de la frase que acabo de escribir, son igualmente un valor cultural que las autoridades, espero, cada día lo deben proyectar así.
Esto de “valor cultural” quiere decir (pido disculpas por el tono didáctico) el “conjunto de actividades, creencias, hábitos, costumbres, valores y prácticas que son compartidos en un grupo” [les recomiendo revisar el artículo “Claves de la innovación en el sector cultural: origen, evolución y revolución”, de Manuel González-Piñero] y que pueden ser llevados a una valoración económica. Después de la pandemia, la reactivación económica de poblaciones como Tepe y Ameca, justamente puede basarse en sus festividades, carnavales y fiestas tradicionales.
Obviamente, concordamos que el desarrollo económico no se da espontáneamente y menos con la inflación que atravesamos pero en pleno siglo XXI no podemos ser espectadores pasivos que ven ingenuamente una tradición, le toman muchas fotos y videos, la suben a una red social y punto.
Entonces, estar en los preparativos de la Fiesta de Enero, como la charla y sobre todo el Vítor [https://amaqueme.mx/2022/01/18/cronicas-bajo-el-volcan-la-fiesta-de-tepetlixpa-y-sus-tradiciones/], pero asimismo en la “subida” del Señor del Sacromonte a su cerro, me hacen pensar en que en este 2023 deberíamos de estudiarlas realmente, ¿cómo se llevan a cabo?, ¿qué problemas van a enfrentar?, ¿qué problemas ya están enfrentando?, ¿cuántas personas pueden llegar y ser parte del capital cultural de una comunidad?
Este tipo de preguntas resultan urgentes porque uno de los grandes problemas que se viven ahora mismo es que las organizaciones van desapareciendo porque la rotación de nuevas generaciones ya no es tan orgánica.
La señora Teresa Sánchez, que junto a los vecinos de la Ermita de Santa Elena, durante 48 años ha organizado el “tapete” en la entrada del Sacromonte durante la “subida” de la imagen me comentaba el sábado por la noche que varios vecinos han fallecido y no se ve que alguien los reemplace en lo inmediato: “hacen falta manos”.
Los sociólogos nos lo pueden explicar mejor: la religión católica va disminuyendo sus feligreses, hay enormes problemas de delincuencia, de violencia, pero también veo una falta de conexión con lo que la tradición de cada pueblo significa.
En Tepe por ejemplo, muchos jovencitos saben que en el Vítor se reparten estampas del Dulce Nombre de Jesús, pero acaso no el por qué de dicho recorrido o sus significados.
Una cierta moda de esas que rápido se viralizan en las redes sociales ha dado en llamar a la Fiesta de Tepetlixpa “Tepefest” y puede que en efecto, las modas vayan cambiando los nombres y razones.
El tema es profundo y quisiera decir que relevante aunque no sé si eso sea del todo cierto.
En Tepe, los recorridos siguen llenos, muchas personas están viviendo como la válvula de escape después del confinamiento, los recorridos y seguro que están listos para las grandes actividades profanas dentro de una semana.
En Amecameca, éste será el primer Miércoles de Ceniza que se efectúe después de un largo receso que viene desde el terremoto de 2017.
No es que nunca haya habido pausas o festividades canceladas en la larga historia de estas poblaciones, pero no siempre en la plena y absoluta incertidumbre de este tiempo.
Las tradiciones siempre hablan de identidades y valores.
Puede que se vayan perdiendo sus significados históricos en Tepe, pero se van delineando nuevas prácticas que quizá un día también serán tradicionales.
En esta semana previa ya comienzan los “carnavalitos” que no es sino el brinco de chinelo por parte de las escuelas de educación básica a lo largo de las principales calles del pueblo.
Y sin ánimo de querer ser metafórico, la llegada del Señor del Sacromonte a su santuario, en las penumbras de la escalinata y el durísimo frío de la una de la mañana, se me hizo una imagen realmente hermosa.
Como si el cerro, que a esas horas y días realmente se ve denso, feraz, de golpe hubiera adquirido un orden y todas sus energías se hubieran equilibrado.
En Tepe las filas de niñas y niños, señoras, señores y abuelos para el Vítor fue enorme, desbordada.
En Ameca, los fieles más bien eran pocos, pero siempre pienso que ese grupo es el resabio del “pueblo” de Ameca, que a pesar de toda la historia sigue prevaleciendo.
Los mayordomos muy serios pero atentos; los devotos del Sacromonte muy diligentes.
Todos parte de una cadena que trenza la historia, el tiempo, la herencia, la cultura y desde luego la fe.
En realidad, que se sigan realizando estas celebraciones en 2023, pese a todo y a todos los que desde luego tienen razones para oponerse a ellos, sigue siendo admirable… de manera que, ojalá no se acaben pronto.