
Joel Avelar de León
AMECAMECA, Méx.- Pedro Hernández Soriano tenía 18 años cuando decidió independizarse de su familia para crear la propia, se robó a su novia, cuatro años menor que él, dejó de ayudarle a su padre en el campo y buscó trabajo como albañil.
Eso sucedió a mediados de los 50s, don “perico” vivía en la calle de Ignacio Allende y Miguel Hidalgo, atrás de lo que fue un molino de trigo propiedad de españoles, cuyo edificio aún se mantiene en pie.
Su esposa, ya fallecida con quien procreó ocho hijos vivía en el barrio “el Torito”, ubicado en amplia zona de La Rosa.
Don Pedro, nunca cambió de oficio, no ha conocido más trabajo que la albañilería, de sus ingresos se mantiene, no obstante la frecuente oposición de sus hijos para que deje de trabajar, primordialmente por motivos de seguridad, pues ya cumplió 87 años.
Es un hombre menudito, no rebasa el 1.55 de altura, de bigotito muy bien recortado, usa sombrero, botas puntiagudas y cuando no termina su jornada diaria, o cuando no trabaja, lo cual es muy raro, sale en su bicicleta al jardín.
Lo extraordinario de su historia es que sigue trabajando como albañil, porque confió que no le gusta permanecer ocioso en su casa de la calle Popocatepetl de esta cabecera.
El reportero de AMAQUEME lo conoce desde niño, por varios trabajos que hizo en la casa materna, contratado por la abuela Guadalupe.
El jueves seis de abril pasado lo entrevistó en un predio situado entre las calles de Silvestre López y Progreso, donde construye lo que será su casa número 81.
Tal precisión se debe a la memoria de “don perico”, quien comentó haber construido 80 viviendas en sus casi 70 años de trabajo continuo, la mayoría en este municipio.
Recordó que tras casarse, buscó a Marcos López, albañil amigo suyo para pedirle trabajo, que se lo dio, más por conocerle de años, que por su experiencia.
Dijo que con Marcos aprendió todos los secretos de su oficio y con él se mantuvo por varios años, hasta que nuevamente volvió a independizarse, cuando ser sintió seguro y confiado de los conocimientos y enseñanzas aprendidos con él.
El entrevistado refirió que durante los largos años de trabajo, sólo ha sufrido dos accidentes, aunque afortunadamente, sin consecuencias lamentables pese a que en uno cayó de casi seis metros de altura, cuando construía una escuela en la cabecera de Atlautla y sólo se lastimó un pie y la pierna.
Externó que se mantiene activo porque sus mismos clientes lo recomiendan con conocidos y amistades, tanto por la calidad de su trabajo como por la seriedad en sus tratos, lo cual le permitido trabajo continuo.,
Su jornada diaria es de nueve horas, llega a la obra alrededor de las 08:30 y se retira pasadas las cinco, tiempo durante el que no come nada, pues no le gustan que sus hijas le preparen tortas, porque se le olvida hacerlo y en forma frecuente las regresa a su casa tal como se las pusieron en el morral.
A diferencia de otros “maistros”, él regularmente trabaja solo y únicamente busca ayuda cuando va a echar alguna losa.
Esta es la historia de vida de don “perico” Hernández.