12 de marzo
19

TEPETLIXPA, Méx.-  De muy joven Oscar Meléndez se vio en la necesidad de trabajar y encontró la oportunidad como comerciante en las ferias, donde vendía algodones de azúcar, oficio que le enseñó su padre.

  Así empezó a ganarse la vida, enseñado por su padre José Isabel, recorriendo ambos la legua y perfeccionando su técnica para ofrecer un mejor producto, que encontró en los niños a sus principales clientes.

   Entrevistado por AMAQUEME, Oscar comentó qué al paso del tiempo, el negocio comenzó a prosperar y requirió de ayuda, llevando a su hijo a donde él salía y transmitiéndole sus conocimientos.

   Ahora, José Antonio Álvarez, es la tercera generación de su familia que se dedica a la elaboración de algodones, que ofrece en ferias y eventos particulares.

    José y su padre explicaron la manera en que iniciaron en este oficio el cual piensan conservarlo por más generaciones.

     “Antes de que me juntara aprendí a trabajar el algodón y la fritura, pero me quedé con el algodón y hasta la fecha lo sigo trabajando, ahora le dejé la máquina a mi hijo mayor y yo me dedico a la peluquería”, explicó Oscar.

   Por su parte, José Antonio resaltó que al ver desde niño el trabajo de su abuelo y posteriormente de su padre, se interesó en aprender a elaborar los algodones.

 “Cuando mi papá ya se dedicaba a hacer los algodones yo le ayudaba a embolsar o andaba vendiendo, poco a poco me fui familiarizando con la máquina y así como a él le enseñaron, pues me enseñó a mí”, refirió.

   Los entrevistados explicaron a la reportera el funcionamiento de la máquina de algodones, a la que le colocan azúcar de diferentes colores y sabores que ellos mismos elaboran.

“Manejamos cinco sabores, en colores manejamos el azul, rosa, lila, verde y amarillo, y son de limón, fresa, uva, piña y anís”, detalló Oscar.

Aunque no utilizan algún ingrediente secreto, mencionó que es importante tener cuidado en la elaboración del azúcar, pues si le ponen mucho saborizante los algodones amargan a la hora de comerlos.

“Cuando el evento es un casamiento, se utiliza azúcar blanca y les pongo rompope para dar sabor”, dijo.

Para José Antonio, lo más complicado fue aprender a manipular la máquina, pues se debe checar bien la temperatura y cuidar las manos de las aspas que tiene.

“Lo difícil para mí fue la práctica, pues me daba miedo meter la mano a la máquina pero ya con el tiempo se aprende”, externó.

Asimismo, invitaron a toda la comunidad a no perder la costumbre de comer un algodón, pues pocas personas lo siguen consumiendo y son aún menos los que siguen elaborándolos.

“Es un oficio de antaño, el algodón es algo tradicional, me acuerdo que en películas de blanco y negro se veían las algodoneras, los invito a que en sus eventos ocupen la algodonera, estamos a sus órdenes”, finalizó Oscar.

Es importante destacar que este dulce, que es agradable para chicos y grandes, no es mexicano, sin embargo al contar con una gran producción de caña de azúcar en el país, se ha adoptado como parte de la cultura y es común verlos en los parques o ferias.

El primer antecedente de su aparición fue en el siglo XV en Italia, donde los reposteros calentaban el azúcar a altas temperaturas hasta lograr una consistencia líquida, obteniendo hilos caramelizados que usaban para decorar sus postres.

Fue en el año de 1897, que los estadounidenses William Morrison, quien era dentista y John C. Wharton, pastelero, inventaron la primera máquina de algodón de azúcar, llamándolo “hilo de hadas”.

Dicha máquina, se ayudaba de la fuerza centrífuga para que en un recipiente giratorio se formarán los hilos azucarados que se envolvían en un palito de madera y fue perfeccionándose con el tiempo.