12 de marzo
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Mario Alberto Serrano Avelar

Cronista Municipal de Tepetlixpa

https://www.youtube.com/user/CdeCulturaTepetlixpa

     Entre mis paisanos corre el rumor de que el tianguis fue originado en Tepe y de ahí fue “robado” por Ozumba, dando pie a una enconada como divertida rivalidad

    Si hay un tema por demás difícil de abordar en materia cultural de esta región, ese es el tianguis de Ozumba.

    Sus muchas aristas lo convierten en una asignatura especialmente compleja de abordar.

Más de 300 años de historia pesan y mucho.

            No obstante también ha sido un tianguis que pese a su importancia, no ha sido tratado con el aura de lo turístico hasta hace relativamente poco.

     Para entender lo arriba dicho revisemos la nómina de visitantes y cronistas que en su pluma dejaron constancia de los tianguis y plazas.

   El primerísimo fue el adánico Gerardo Murillo, mejor conocido como doctor Atl que en 1921 escribió sobre el tianguis de Amecameca dejando noticia de algunas curiosidades como los vendedores de cecina de Yecapixtla que llegaban muy temprano cada domingo.

   Pero el Doctor Atl no menciona a Ozumba. El foco de interés por más de 50 años seguía siendo Amecameca.

            Diez años después México se estaba convirtiendo en un destino turístico internacional debido al tema “folklórico” que hacía las delicias de los extranjeros.

    Por eso, hasta 1960, sin problemas se hurgó en lo “auténticamente mexicano” que residía en los pueblos y mercados.

   A finales de 1940, el gran periodista Egon Erwin Kisch realizó una crónica magistral sobre el mercado de Oaxaca, de manera que, en materia de tianguis, la antigua Antequera se llevaba todas las miradas.

   Y lo mismo sucedió con la fotografía.

    Anton Bruhmel realizó una de las más bellas series fotográficas del México posrevolucionario en donde se aprecian los temas que luego nos llegarían hasta el cansancio por el trabajo de Diego Rivera: alcatraces, caballerangos, indígenas con chiquihuites, aves, niños sombrerudos, semillas y herramientas, precisamente puestos de mercado, en fin.

    Hugo Brehme, todavía nos regaló a inicios de 1950 algunas imágenes del tianguis de Amecameca cuya modernidad resulta impresionante: destaca una compradora que pertenece a la nueva clase social dirigente: traje sastre de dos piezas, media y zapatillas combinando con su bolsa de ixtle para hacer las compras de la semana.

    En este breve recuento Ozumba no aparece como un destino turístico.

    Eso en realidad no está mal. Quiere decir que por mucho tiempo mantuvo su aura tradicional de mercado regional en donde se hacían y siguen haciendo negocios, ventas al menudeo y se cotillea de lo lindo, sin tener que caer en las poses y en los requisitos que los visitantes, sobre todo foráneos, esperaban encontrar del “México verdadero”.

     Entonces, ¿ahora va alcanzando su lugar como un destino turístico? ¿ahora es el verdadero México profundo? Quizá la pregunta vale más por las otras que genere y no tanto por las imposibles respuestas.

   Lo cierto es que en este siglo XXI el tianguis convoca a propios y extraños desde diversas intenciones.

     Una de ellas la podemos observar en la exposición fotográfica titulada Miradas al tianguis de Ozumba de la autoría de la doctora Laura Elena Corona de la Peña, investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH que recién se inauguró en la galería “La Estampa”, ubicada en la Casa de Cultura del mismo municipio.

La exposición estará abierta al público hasta el 27 de enero del 2024.

    La doctora y el maestro Leonardo Vega han realizado durante muchos años trabajo de campo en esta comunidad para acercarse sobre todo a la venta y disponibilidad de maíces criollos e híbridos que ahí se realizan, pero más allá de su trabajo etnográfico, estos investigadores van poniendo el acento en las nuevas relaciones que el tianguis tiene con la modernidad.

    Por ejemplo, la gran cantidad de restauranteros que vienen continuamente de la ciudad de México al tianguis para comprar maíces e insumos para sus negocios; la calidad de algunos productos, sus rutas de comercio y distribución, las prácticas nocivas y las que aún subsisten al paso del tiempo.

No son los únicos desde luego.

   El ozumbense Eloy Arce Valdez, biólogo de formación, también ha estudiado algunas plantas medicinales y comestibles que se expenden en la gran plaza y que cada día cobran más interés por asuntos de salud, gastronómicos y sustentables.

   Entonces volvemos un tanto al inicio de esta columna.

    Vivimos sin darnos mucha cuenta de ello, el momento histórico en el que el tianguis está alcanzando su papel como destino culinario, como centro de interés académico y también vale decir como moda.

    No sabemos de cierto lo que eso va a arrastrar.

   A mí se me viene a la mente desde luego la gentrificación del tianguis, esa forma especialmente cruel de las modas que atrae a una multitud de personas que buscando “lo novedoso”, “lo tradicional”, “lo auténtico” de los mercados, genera una demanda que como sucedió con la habitación o rentas o incluso con bebidas como el mezcal, afecte desde luego los precios.

   Pero también puede suceder exactamente lo contrario.

   Que la gran fuerza y tradición del tianguis sepa quitarse de encima modas pasajeras y poses fingidas.

   Eso lo ha demostrado su propia historia con creces.

    Acabo estos apretados renglones con una muestra bastante anecdótica.

    Hacia 1935 el ayuntamiento de Tepetlixpa generó un acuerdo para que en el recién inaugurado “mercado Hidalgo” (el “mercado viejo” de la Plaza Cívica que hoy es un gimnasio) se instalara un tianguis los días lunes.

    El proyecto, que lo desmenucé con más amplitud en la monografía municipal, en realidad fue muy bueno por su capacidad de negociación, pero un fiasco en la práctica.

    Aunque tuvo música en vivo, facilidades para los comerciantes morelenses y otros detalles, al paso de los meses el tianguis de Tepe se acabó desdibujándose para siempre por la gran tradición del de Ozumba.

    O quizá no tanto. Entre mis paisanos corre el rumor de que el tianguis fue originado en Tepe y de ahí fue “robado” por Ozumba, dando pie a una enconada como divertida leyenda urbana que por cierto, otro día les cuento por aquí.

Nos seguimos leyendo.