Jorge Martínez Cordero
CHIMALHUACÁN, Méx.- En la familia Hernández Castillo se mantiene viva una tradición que ha perdurado por más de cuatro generaciones, la confección y bordado de trajes de charro utilizados durante las festividades de carnaval, que tiene más de un siglo de historia en este municipio.
Álvaro Hernández Castillo de 69 años, es la segunda generación dedicada a elaborar estos trajes tan representativos de la cultura local.
En entrevista con AMAQUEME compartió que su conocimiento y oficio en el bordado lo heredó de su padre, Delfino Hernández Jiménez, quien fue el primero en confeccionar trajes en el barrio Xochitenco donde crecieron.
«Mi padre comenzó a bailar en 1945 con la primera comparsa de la localidad, ‘los Danceros’, a la edad de 14 años, antes de aprender a bordar compraba sus tres trajes”, citó.
Dijo que fue un aprendizaje que le transmitió y que, a su vez, ha pasado a sus hijos».
Refirió que él mismo comenzó a bailar a los 12 años, pero, debido a que no contaba con un traje propio usó durante dos años los de su padre.
Externó que en 1970, su progenitor ya había aprendido a bordar con otro bordador del municipio y comenzó a confeccionar sus propios trajes, lo que permitió a Álvaro sumarse al oficio.
Aunque en sus primeros años también trabajó en el transporte público, recordó que durante sus descansos ayudaba a su papá en el taller.
A partir de 1975 se dedicó por completo a la elaboración de los trajes, actividad que se convirtió en su principal sustento. «Llevo más de 40 años en este oficio, además de que me sigue gustando participar en los carnavales», comentó.
El legado de los Hernández Castillo no solo se mantiene, sino que creció con la participación de las siguientes generaciones.
Los tres hijos de Álvaro, dos mujeres y un varón también aprendieron a bordar y continúan con la actividad familiar, rentando los trajes que confeccionan, lo que les ha permitido generar ingresos adicionales.
Sin embargo, Álvaro señaló que participar en cada carnaval y estrenar un terno propio se ha vuelto un gusto costoso.
«Si los trajes se hacen con telas originales, hilos, piedras y canutillos franceses, entre otros materiales importados, el costo puede superar los 150 mil pesos», explicó.
Por este motivo, muchos bailarines optan por rentarlos y el precio varía desde los tres mil pesos, dependiendo de la calidad.
En el taller de la familia Hernández Castillo, además de confeccionar los trajes, los nietos de Álvaro se han sumado al oficio, convirtiéndose en la cuarta generación encargada de continuar con la tradición.
«Cada bordador que participa en el proceso de confección de los trajes se convierte en un verdadero artista», expresó con orgullo.
Álvaro ha tenido la satisfacción de haber sido mentor de muchos que, después de aprender el oficio en su taller han abierto sus propios negocios, aunque algunos prefieren acreditar su formación en escuelas fuera de Chimalhuacán.
«La satisfacción que me queda es que todos saben que fui yo quien les enseñó», asentó.
Su legado ha trascendido las fronteras de su comunidad. Delfino, el padre de Álvaro fue fuente de consulta para estudiantes universitarios interesados en el trabajo artesanal, y sus conocimientos quedaron impresos en tesis de diversos estudiantes.
Álvaro también ha sido entrevistado por medios de comunicación, como Canal 40 y La Jornada.
«Mientras podamos y queramos seguir con este trabajo, seguiremos conservando y fomentando nuestra tradición del bordado en los trajes de charro para carnaval», concluyó Álvaro, quien continúa con la pasión que su familia ha cultivado por generaciones.
