
Segunda parte
Don Gilberto no sólo atestiguó cómo el ferrocarril cruzaba las aguas del lago, sino también el cambio ecológico que se operó cuando las aguas desaparecieron y se convirtieron en el páramo que conocimos, actualmente devorado por el urbanismo de la megaurbe.
En esa época sí estaba muy bonito. Pero ya le digo, yo conocí esa entrada de México, cuando era puro lago. Después, a la postre ya era puro polvo. Todo eso de Nezahualcoyotl, todo eso, era puro polvo ya. Pero primero fue agua, lo vi con agua. Fue una fortuna haber visto eso. El pescado asado y las tripas de pato. El charal, también andaban allá pescando charales. El charalito muy sabroso. Sí muy bonito. Qué bueno que me tocó recordar todo eso. El ferrocarril chaca, chaca y los bancos de madera. Todo, más calmado todo, se me hacían los días re largos, los años “uta”, no ahora…
Una descripción del ambiente que rodeaba a la estación de ferrocarril de Ozumba, materialmente nos transporta al sabor que tuvo la vida en las primeras décadas del siglo XX, de nuevo en voz de don Gilberto:
A mí todavía me tocó ver el ferrocarril cargando madera. Ese era un puerto, aquí la estación de ferrocarril. De los alrededores venía mucha gente. Traían leña en sus acémilas o burros y había aquí un comprador, que compraba la leña y la embarcaba hacia México en ferrocarril. Era bonito cuando llegaba el tren que venía de México. A las once de la mañana aquí, en donde venía el “tlachicotón”. El pulque, las barricas de pulque para toda la zona. Y ai lógicamente, ai venían a recibir su pulque los dueños de las pulquerías. Pero la gente mayor, que en esa época para mí era mayor. Yo estaba muy chamaco. Decían que venían “a la topa”. La topa era, bajaban una barrica y la destapaban, verdad. La abrían y la echaban en una “catrina” que le dicen, y ai se empezaban a tomar…Ahí lo probaban. En las jícaras y ahí venía la gente grande. Ahí venían las personas que vendían tacos de machos de puerco, de longaniza, de todo eso, tlacoyos, todo eso se vendía. Ahí se hacía la tertulia. Allí almorzaban todos los señores grandes. Almorzaban, se echaban su pulque y ya se iban. Muy tradicional eso.
Los vecinos de la región rápidamente se acostumbraron a usar al ferrocarril para movilizarse en una región sin medios de transporte, adaptando sus hábitos y horarios al paso del tren, como lo describe don Felipe Medina en una antigua entrevista:
Tlalamac de aquellos entonces, se llegaba casi a caballo. Y nosotros llegábamos. Llegábamos en el tren, que tomábamos en Ozumba. El tren de vía angosta, como se llama. Y allí nosotros nos íbamos de Chalco tempranito, llegábamos a Ozumba, comprábamos la comida. Nos subíamos al tren. Nos bajábamos y caminábamos como, de la Guadalupe Hidalgo, que la conocerás, a la casa de mi abuela. Está en los límites de Tlalamac y Tepecoculco. Entonces caminábamos, bajábamos toda la barranca y llegábamos. Llegábamos a la casa de la abuela. Ahí platicábamos, jugábamos un rato, comíamos y cuando escuchábamos el ruido del tren que venía de Cuautla. Vámonos y a caminar de nuevo. ¡Estaban bien jodidos! Y por supuesto, así eran. ¿No? ¡Ja, ja, ja! Y años después, recuerdo que alguna vez, habré viajado en camión de Ozumba. Pero a lo mejor lo hice poquísimas veces. Casi siempre lo hice en ferrocarril. ¡Eso se te queda muy grabado!
El profesor Agustín Galicia en una antigua plática me comentó que cuando era un joven egresado de la secundaria tuvo su primera experiencia de viajar a México en ferrocarril, así lo narraba:
Yo nunca había ido a la Ciudad de México. Tomé entonces una autovía, allá en el crucero, un trenecito que caminaba desde Ozumba, pasaba por Amecameca hasta México, cobraba 30 centavos.
Algunas comunidades como Juchitepec, estaban muy aisladas, para viajar tenían que desplazarse hasta el pueblo vecino de Tenango, donde podían abordar el ferrocarril. Así me lo comentó hace tres lustros don Rodolfo Ruaro, quien jocosamente decía que las máquinas eran de aquellas de chucu chucu:
El Ferrocarril Interoceánico que le llamaban, nomás pasaba por aquí por Tenango. El ferrocarril lo tomábamos hasta Tenango, es donde pasaba. Muy aislados estábamos (en Juchitepec). Le digo, nomás teníamos al principio un camión, lo demás era si, quería uno caminar en tren. Había que ir, era el ferrocarril todavía de vía angosta, no era de vía ancha como los ferrocarriles, ahora últimamente. Después lo hicieron de vía ancha. Pero ya cuando cambiaron las máquinas de vapor por las de diesel. Pero antes eran las máquinas de chucu chucu. Subían lento, un rielecito, Ese Interocéanico parece que llegaba nada más a Puente de Ixtla. Yo en una ocasión, me vine de Cuautla para acá y nomás de Cuautla a Tenango, hacia uno, como tres horas en el ferrocarrilito ese que había de vía angosta. De los de carbón, carbón de piedra. Por aquí era el paso de las diligencias, de los caballos que iban para Cuautla, pasaban por Totolapan y de ahí a Cuautla y el ferrocarril que llegaba hasta Puente de Ixtla.
Desde 1902 el gobierno de México adquirió el paquete mayoritario de acciones del ferrocarril.
El ferrocarril de vía angosta operó en las primeras cinco décadas del siglo XX, en 1945, el gobierno federal compró las últimas acciones del Interoceánico que estaban en manos de particulares y dos años después el presidente Miguel Alemán Valdés convirtió el tendido de vías a vía ancha, para enero de 1949 se inauguraba la vía ancha del Interoceánico en todas sus líneas.
El ferrocarril Interoceánico empezó a ser abandonado desde 1969.
La Estación San Lázaro funcionó hasta los años setenta del siglo XX.
La estación fue demolida. El “trenecito de juguete” como le llamaron los periodistas cuando se verificó su último viaje el 11 de octubre de 1973, antes de su desmantelamiento.
Era un ferrocarril de vía angosta (0.914 metros de escantillón de vía), el cual generalmente se componía de una locomotora, carro exprés, carro de correos, carro de pasajeros de segunda clase y al final el carro de pasajeros de primera clase.
Tenía una capacidad para trasladar a 60 personas.
Fuentes: De uncredited- The Mexican Year Book, 1912;
Aguirre Botello, Manuel, Las cinco estaciones de ferrocarril de la Ciudad de México.