EN MAYO PASADO cumplí 38 años de ejercer la profesión, que inicié en 1982 en el Heraldo de Toluca.
FUE EDMUNDO CANCINO Gómez, entonces director del periódico quien me dio la oportunidad en la sección de deportes, enviándome a cubrir un entrenamiento de los “Diablos rojos” del Toluca, en la época en que era entrenados por el polémico y ya desaparecido, José Antonio Roca.
MI ORDEN de trabajo consistía únicamente en cubrir la práctica principal en el estadio de “La Bombonera” y luego recoger testimonios de cualquier jugador.
TAREA simplísima en el papel, que decidí cumplir con eficiencia y entusiasmo, sin saber que no resultaría una encomienda fácil, por motivos diversos.
AUNQUE ENTRE a la cancha y presencié un interés cuadras, mis problemas empezaron cuando quise seguir a los jugadores a una canchita del mismo inmueble, a la que no me dejaron pasar porque no llevaba identificación del periódico.
SOBRA DECIR QUE no bastó la seguridad con la que me identifiqué, pensando que el solo nombre del periódico sería un ábrete sésamo, a cuya mención, el elemento de seguridad me franquearía de inmediato el acceso.
OH DESILUCIÓN, PORQUE ni se inmutó y me tuve que aguantar más de dos horas en espera de la salida de los jugadores.
DEBO DECIR A MIS LECTORES virtuales que mi objetivo era entrevistar a Miguel Ángel Cornero, recio defensa argentino que pasados ya sus tiempos de gloria con el América y Cruz Azul, literalmente terminó su carrera con los “choriceros”.
PUES BIEN, mi paciencia y tozudez tuvieron su recompensa, porque sí logré entrevistarlo, como lo hice con otros jugadores, cuyos nombres se me escapan de la memoria.
MI PRIMERA entrevista me la publicaron al final de la página de la edición del día siguiente, cuando yo pensaba que me la destacarían más.
SEMANAS DESPUES tuve mi prueba de fuego al cubrir un partido entre el América y la oncena local, que terminó empatado a un gol.
EL PARTIDO LO PRESENCIE, como se me hizo costumbre los años que cubrí entrenamientos y partidos oficiales del Club Deportivo Toluca, en una banca situada atrás de la portería oriente, alejada a no más de dos metros y medio, ubicación privilegiada porque me permitía ver muy de cerca las marrullerías de buen número de futbolistas.
HUGO SÁNCHEZ, MARQUEZ uno de ellos, que tenía la inmunda costumbre de escupir a la cara de los jugadores o de Armando Manzo Ponce, el impenetrable defensa central del América, que a fuerza de puntapiés y rudezas hacía infranqueable su zona.
INOLVIDADES VIVENCIAS QUE me fueron formando como comunicador.
DE LAS EXPERIENCIAS QUE más me dejaron marca y conocimientos, fue la cobertura del mundial de futbol de 1986, también en la capital del Estado.
TOLUCA FUE sede de las selecciones de Bélgica, Bulgaria, Irán, Irak, Paraguay y Uruguay, aunque antes de su arribo llegaron las de Brasil y México, la primera para aclimatarse y la segunda únicamente para realizar algunos entrenamientos y retornar a la capital del país.
EN CADA REPRESENTATIVO destacaban algunos jugadores, fundamentalmente porque en esos momentos integraban equipos europeos, principalmente españoles, e italianos, como era el caso de Hugo, el llamado “niño de oro”, quien vivía días de gloria con el Real Madrid.
LA SELECCIÓN CARIOCA permaneció alrededor de diez días y posteriormente se trasladó a Guadalajara, su sede definitiva, siendo los jugadores más conocidos, José Dirceu Gimaraes y Artur Antúnez Coimbra, “Zico”.
EL PRIMERO fue contratado por las “águilas” del América y el segundo por un equipo italiano.
EN LA ONCENA DE URUGUAY su hombre fuerte era Enzo Francescoli, “el príncipe”, quien al término del mundial fue adquirido por un equipo francés.
DE TODOS los jugadores a quienes entrevisté, el más popular, por su carisma, figura, popularidad entre las damas y trato muy accesible, tanto con la prensa como con el público, fue el cancerbero belga Jean Marie Piaff.
JEAN MARIE, que rebasaba el 1.85 de estatura, me regaló y autografió sus guantes, que durante años guardé como uno de mis más preciados tesoros de mi profesión, hasta que finalmente regalé a un portero de Amecameca, amigo mío.