
Alma Abilene Figueroa
CHIMALHUACÁN, Méx.- Murió víctima de Covid-19 el sacerdote Orbelín Cortés Peña, quien fuera el principal gestor de la restauración de la parroquia de San Vicente Ferrer.
Los trabajos iniciaron en el 2014 para frenar el deterioro donde fue bautizada sor Juana Inés de la Cruz, gracias a su gestión e impulso.
Originario de Jonuta, Tabasco, llegó a la esta delegación hace 14 años, luego de una gran labor realizada en San Lorenzo Chimalpa, lugar en el que estuvo 13.
El presbítero dedicó 29 años consagrado al sacerdocio, de los cuales 14 entregó a la comunidad de San Vicente Chimalhuacán, trabajando arduamente por preservar la fe de sus feligreses.
A su llegada inició la formación de grupos litúrgicos que le apoyarían en diversas actividades dentro de la parroquia y sus capillas, que en ese entonces abarcaba a las delegaciones de Santiago Mamalhuazuca y San José Tlacotitlán.
En el 2010 inició la construcción de la escuela de la Biblia”, lugar que pretendía enseñar a los feligreses la forma correcta para la lectura del libro.
Sin embargo, , por falta de recursos económicos aún está en obra negra, pero cada año, el 30 de septiembre se realiza una festividad en honor a San Jerónimo en dicho espacio.
En conjunto con su equipo de trabajo realizaron quermeses, tómbolas y rifas para recaudar fondos que le ayudarán en la construcción de los baños de la parroquia, los cuales son los mejor equipados en el decanato de la Inmaculada.
Cabe mencionar que esos sanitarios fueron realizados principalmente para el uso de los niños del catecismo, quienes no contaban con un espacio digno para ello.
Luego del sismo del 2017, cuando el seguro que tenía la parroquia sólo cubrió el arreglo de fisuras ocasionadas, el padre Cortés Peña se encargó de gestionar la nueva imagen para el ex convento de San Vicente Ferrer.
Esa restauración incluyó la renovación de bancas, cambió de iluminación, pulida de piso, pintura de la sacristía y de equipo de sonido, ofreciendo con ello un mejor servicio en las celebraciones eucarísticas.
Sus cenizas, si sus familiares lo permiten, serán divididas para enterrar una parte en el atrio de la parroquia y la otra será llevada a su pueblo natal, junto a sus padres, pues ese fue el último deseo del eclesiástico.