
Arqueólogo Jaime Noyola Rocha
Cronista Municipal de Chalco
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto: ¿Acaso de verdad se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
Solo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desagarra.
No para siempre en la tierra:
Solo un poco aquí.
Nezahualcóyotl.
Existe una sorprendente imagen en el extraordinario Códice Borgia en la cual aparecen Mictlantecuhtli, el dios de la Muerte y Quetzalcóatl, como dios de la Vida, representados como dos entidades que forman un todo mayor, el de la vida y la muerte.
Los dioses aparecen pegados espalda con espalda, moviendo sus manos, cada uno empuñando su cetro.
Es una imagen poderosa, que denota que desde su origen la vida lucha por nacer, debiendo superar un parto difícil, la triple vuelta del cordón umbilical en torno al cuello del bebé, la enfermedad o la hambruna o la semilla luchando por germinar contra todas las fuerzas que se oponen, la sequía y la inundación.
Es una lucha permanente con altas y bajas, cuyo fondo es el tiempo representado en la imagen por las veintenas del Tonalámatl.
La vida roba su energía a la muerte y disfruta de sus dones, pero esto siempre representa un goce temporal, después la muerte regresará por sus fueros y exigirá su parte.
Todos los grandes pueblos tienen una elaborada mitología sobre la creación del mundo y de la humanidad.
Los pueblos mesoamericanos no son la excepción y su heredero el pueblo mexicano posee entre sus riquezas una fuerte carga mitológica proveniente del mundo prehispánico.
Son una serie de mitos de creación del mundo y de la humanidad.
En esta ocasión traigo a colación uno de ellos, referente a los diferentes ensayos que hicieron los dioses para crear a la humanidad, cuatro de éstos intentos resultaron fallidos, como puede leerse en los Anales de Cuautitlán[1] y específicamente en la Leyenda de los Soles.
Antes de que los dioses crearan a la nueva humanidad, hubo cuatro intentos fallidos de diferentes duraciones, en cada nuevo intento los dioses crearon un Sol.
El primer Sol fue el Sol 4-Jaguar (nahui océlotl), esa primera humanidad pereció devorada por los jaguares y despareció ese Sol.
El nuevo Sol fue el Sol 4-Viento (nahui ehecatl), ese ensayo terminó cuando el viento borró casas, árboles y a quienes lo habitaban; el tercer sol fue el Sol 4-Lluvia (nahui quiahuitl), quienes vivieron en este sol fueron destruidos cuando llovió fuego, se volvieron gallinas.
El cuarto Sol fue el Sol 4-Agua (nahui atl), al final de esa edad llovió durante 52 años y sus habitantes se convirtieron en peces.
Una pareja sobrevivió y al bajar las aguas encendieron fuego para comer pescado y los dioses enojaron porque ahumaron el cielo coinvirtiéndolos en perros.
Después de esos fracasos, los dioses se reunieron y con preocupación se preguntaron: “¿Quién habitará en la tierra?
Encomendado por los dioses, Quetzalcóatl descendió al Inframundo, al Mictlán a visitar al dios de los muertos.
Le pidió a Mictlantecuhtli los huesos preciosos que tenía bajo su resguardo. “Quiero que me des los huesos preciosos”.
El Señor de la Muerte preguntó: “¿Qué harás con ellos?” Quetzalcóatl respondió: “Los dioses quieren hacer con ellos a quien habite en la tierra.”
Mictlantecuhtli pareció que aceptaba, pero puso a prueba a su solicitante, a quien exigió que se hiciera una ceremonia alrededor de su trono tocando el caracol y para ello le dio a Quetzalcóatl un caracol sin orificios.
Quetzalcóatl pidió a los gusanos que lo perforaran y a las abejas que lo tocaran.
El dios de los muertos tuvo que aceptar: “Está bien tómalos.” Y dijo a sus pajes: “Decid a los dioses que ha de venir a dejarlos”. Quetzalcóatl dijo a su nahual, como a sí mismo: “¡Me los llevo para siempre!” Y dijo a su nahual: “Anda a decirles que vendré a dejarlos”. A gritos el nahual dijo: “¡Vendré a dejarlos!” Quetzalcóatl cogió los huesos de hombre y de mujer y corrió con ellos. Mictlantecuhtli alarmado, preguntó: “¿De veras se llevó Quetzalcóatl los huesos preciosos?” Y ordenó de inmediato: “Dioses hagan un hoyo para detenerlo.” Prestamente fueron a hacerlo y por eso se cayó Quetzalcóatl en el hoyo, se golpeó y lo espantaron las codornices: cayó muerto y esparció los huesos preciosos por el suelo, que luego royeron y mordieron las codornices. Al poco tiempo Quetzalcóatl resucitó, lloró, juntó con prisa los huesos y los llevó a Tamoanchan, el lugar donde vivían los dioses. Los huesos los molió Quilachtli y después los echó en un lebrillo precioso. Sobre él se sangró Quetzalcóatl su miembro y en seguida hicieron penitencia los dioses. Los dioses reunidos dijeron “¡Han nacido los vasallos de los dioses!”
Había nacido el Quinto Sol, Nahui Ollin (4-Movimiento), la actual humanidad. Una última reflexión: Quetzalcóatl, el dios de la vida, el héroe civilizador que junto con los demás dioses modeló a la nueva humanidad con tales características que éstos pudieran honrar a los dioses, poseer esa dignidad.
Entre Quetzalcóatl el dios que da la vida y Mictlantecuhtli el dios de la muerte. La humanidad tiene un espacio, un lapso limitado por el tiempo, que es la vida. Según el mito la vida es producto de un robo, una eterna negociación entre la vida y la muerte donde estos dioses se disputan cada vida animal o vegetal sobre la tierra. La vida aún si es corta brindaba a los contemporáneos del mito, los goces de la vida, el placer sexual, los hijos y la flor y el canto. Los poetas nahuas, que cantan con melancolía la fugacidad de la vida, se preguntan como lo hace el rey poeta Nezahualcóyotl, sobre el sentido de ese corto lapso sobre la tierra, en los siguientes términos.
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos.
Actualmente tenemos otras ideas, abrevamos en otras mitologías, pero mantenemos en algún grado nexos con el cordón umbilical que nos conecta con el pasado de nuestro país y compartimos esa sensación que nos hace preguntarnos sobre el sentido de cuál debe ser nuestro paso por el planeta. Creo que cada quien debe darle un sentido a su vida, debe descubrir ¿cómo ha de actuar su corazón?
[1] Códice Chimalpopoca: Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles, 3ª Edición, UNAM ,IIH, México 1992.