14 de marzo
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(Segunda parte)

Arqueólogo Jaime Noyola Rocha

Cronista Municipal de Chalco

Usaban dar al final de la ceremonia unos tamales dulces. Al onceavo día iban a cazar a la montaña… todos los pueblos iban a la cacería, con arcos y ( flechas).[1]

El carácter ritual de los tamales queda evidenciado en el texto de Sahagún, en el extraño proceder de unas mujeres de edad, llamadas taixamique cuya tarea era dar de comer a las víctimas del altar de sacrificios, después de muertos. 

“…Dos mujeres viejas… tenían unas jícaras con tamales y con salsa de molli en una escudilla y la viejas taixamique metían en la boca a cada uno de los muertos (en sacrificio) cuatro bocaditos de pan, mojados en salsa…”[2]

En la quinceava veintena había una fiesta de los pochteca o comerciantes que estaba precedida por una prolongada penitencia de los sacerdotes que resguardaban los templos, quienes iban a los montes durante cuatro veintenas y regresaban a sus templos en cierto estado espiritual.

“…En el mes Panquetzaliztli (previamente) los (sacerdotes) hacían penitencia de 80 días… Iban a poner ramas en todos los adoratorios y los humilladeros de los montes…(después) delante del cu de Huitzilopochtli… era una fiesta de mercaderes…”[3]

El pueblo llano hacía ceremonia en los calpullis, en donde en cada casa existía un ceremonial que incluía velaciones y degustación de tamales se verificaba siguiendo un ritual establecido.  

“…En los calpules velaban toda la noche… comían masa de bledos y estos tamales rollizos no los partían con las manos, sino con un hilo de ixtli; (cuando acababan de) comer estos tamales cogían los petates y enrrollábanlos y poníanlos todos juntos en su lugar. Esto se hacía en todas las casas del pueblo…”[4]

La dieciseisava veintena coincidía con la llegada de las lluvias, se hacían ofrendas en los montes a honra de los tlaloques. 

“…En el mes de Atemoztli que significa descendimiento del agua, en ese mes comenzaban los truenos y las primeras aguas allá en los montes, la gente decía “Ya vienen los tlaloque”…(Hacían) imágenes de los montes y volcanes ponían ofrendas de comida unos tamales muy chiquitos, conforme  a las imágenes que eran pequeñas, en pequeños platos, y pulque toda la noche estaban cantando delante de ellos…”[5]

En la última veintena del año en honor de Xiutecuhtli, el dios del fuego

 “…En el mes Izcalli.  Los 10 días de este mes hacían tamales de hojas de bledos muy molidos en la fiesta Motlaxquian tota, que quiere decir “Nuestro Padre el fuego tuesta para comer…” Hacían una estatua del dios del fuego… la estatua sentada en un trono de piel de jaguar con cabeza y brazos naturales.  A media noche sacaban fuego nuevo, para que ardiera en aquel lugar y encendían el fuego…Los muchachos venían trayendo la caza que habían tomado un día antes…Las mujeres y toda la gente, se ocupaban en hacer unos tamales que llamaban huauhquiltamalli, y también al amanecer iban a ofrecerlos delante de la estatua y daban las viejas tamales a los cazadores…A esos tamales les llamaban también chalchiutamalli. Toda la gente los hacía en sus casas, y convidaban unos a otros con ellos, había competencia sobre quién hacía más rápido los tamales y en cuanto estaban iba a convidar con ellos a los vecinos…La vianda que se comía con estos tamales eran unos camarones que ellos llaman acociltin, hechos con un caldo que ellos llaman chalmulmulli, y todos comían en sus casas esta comida, muy caliente y tras el fuego; y las (hojas) de maíz con que estaban envueltos los tamales, cuando se las quitaban para comerlas no las echaban al fuego sino juntábanlas para echarlas en agua…a los 20 días del mismo mes se hacía otra estatua del dios de fuego Xiuhtecuhtli…Le ponían a esta figura ofrendas de harina de maíz y hacían unos panecillos pequeños con relleno de frijoles. Cada quién ofrendaba al dios cinco panecillos al pie de la estatua…”[6] 

En los últimos días de esta veintena se encuentran los vestigios prehispánicos de la ceremonia de muertos, que era una gran ceremonia general que se llevaba a cabo en todas partes y se elaboraban tamales con los que convidaban a sus vecinos, pero que nadie podía comerlos antes de ofrecer ofrendas en las tumbas de los muertos y sólo después del regreso de los sepulcros se consumían en cada casa y se llevaban itacates a amigos y vecinos. Ritualmente se debían consumir antes de que feneciera el último día de la veintena, que precedía a los últimos cinco días del año llamados nemotemi, considerados días aciagos, en los cuales no se realizaba ninguna actividad porque pensaban que les acarrearía mala suerte.

“…En este mismo mes hacían una fiesta llamada Huauhquiltamacualiztli a honra de dios Ixcozauhqui…En esta fiesta comían tamales por todos los pueblos y en todas las casas, y toda la gente, convidándose los unos a los otros y también ofrecían al fuego cada uno en su casa cinco huauhquiltamalli puestos en un plato y también ofrecían sobre las sepulturas de los muertos, adonde estaban enterrados, a cada uno un tamal; esto lo hacían antes de que ellos comieran los tamales…Después comían todos y no dejaban ninguno para otro día, esto por motivos ceremoniales…”[7]

Siempre que se piensa en el origen de un alimento, éste se pierde en la noche de los tiempos. Los arqueólogos creen verlos en ceremonias pintadas por los mayas como en el Códice Dresde y en el Mural de San Bartolo en el Petén guatemalteco, según afirman los arqueólogos Karl Taube, William Saturno, David Stuart y Heather Hurst[8]. Son indagaciones difíciles y especulativas, en cambio no está en duda que el término tamalli es una voz náhuatl.

Finalizamos este artículo con una valiosa mención que procede de 1459 en la cual Chimalpahin el cronista indígena de Amecameca menciona a los tamales con motivo de la visita que hicieron los nobles de Tlalmanalco a Moctezuma el huey tlatoani mexica en plena tensión bélica por la guerra que mantenían Mexicas y Chalcas. Así lo relata Chimalpahin en la 7ª Relación: 

“…Año 6-Caña,1459. Éste fue el año cuando nuestros antepasados el Necumetzin y el Huehue Tepoztli, nobles de Tlalmanalco, fueron a suplicar al Huehue Moteuczoma Ilhuicaminatzin, Señor de México Tenochtitlan que viese por el Chalcayotl, la nación chalca, y que si quería entrar en pláticas sobre la guerra empezada con motivos del asesinato de aquellos dos señores nuestros antepasados, el Totéquix Teohuateuhtli y el Cuteotl…Tlatquic, que viniera tras de ellos a comer los tamales de maíz cocidos en hojas secas de mazorcas de maíz y las tortillas dobladas y remojadas en salsa que lo estaban esperando, pero el Huehue Moteuczoma Ilhucaminatzin no quiso consumir los tamales hechos de hoja seca de mazorca de maíz, y no quiso consumir las enchiladas porque no quería el bien para la nación chalca…”[9]

Largo es el camino que han seguido nuestros muy estimados tamales, que fueron y siguen siendo una de las bases de la alimentación y de la fiesta del pueblo de México. Durante la colonia e introdujeron el pollo y las carnes de cerdo y de res, en esa época se les añadió la manteca de cerdo y aumentaron las posibilidades de las presas y lo rellenos, hasta llegar a los tamales tal y como lo conocemos.

En la experiencia cotidiana vemos muy de mañana, puestos de tamales estratégicamente ubicados, rodeados de clientes que mitigan su apetito comiendo sin demasiada ceremonia un tamal o una guajolota de telera rellena de tamal en su diestra y en su mano izquierda un rico atole caliente con el que alternan mordidas al tamal y pequeños sorbos al atole para no quemarse los labios.


[1] Ibid, p. 140.

[2] Ibid, p. 142.

[3] Op. cit. p. 142.

[4] Ibid, p. 144.

[5] Ibid, p. 147.

[6] Op. cit. 151-152.

[7] Ibid. p. 154

[8] Karl Taube, William Saturno, David Stuart y Heather Hurst. La identificación de las figuras del muro oeste de pinturas Sub-1, San Bartolo, Petén, Ancien America No. 10, 2010.  

[9] Chimalpahin. Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, traducción y notas de Silvia Rendón, FCE México p.202.