
Mario Alberto Serrano Avelar
**Cronista municipal de Tepetlixpa
“El robo había sido planeado pero al parecer no con exactitud… En todo caso, cualquier delito es una infamia”
Atilio Cusi era un italiano que en 1907 tenía un negocio en la 3 calle Nacional de Amecameca (esto es, en la actual avenida Miguel Hidalgo, entre Soledad y Cruz Verde).
El hombre tenía intenciones artísticas: pintaba, era talabartero, pero honor a la verdad, era un tipo muy rico.
Los Cusi se asentaron en Michoacán: Nueva Italia la fundaron ellos. Al paso del tiempo se volvieron los reyes del arroz y tenían tantos negocios agrícolas que eran una familia poderosa e influyente en el centro del país.
Atilio, por decir algo, tenía una hacienda en el vecino Estado de Morelos.
El nueve de agosto del mismo 1907, Atilio y dos de sus trabajadores, Emilio León y Pablo Velarde, oriundos de Amecameca, regresaban de Morelos atravesando Cuecuecuautitla, la hacienda de Atlapango y estaban por llegar a Juchitepec cuando fueron sorprendidos por unos asaltantes.
Los delincuentes los emboscaron en un paraje llamado Buenavista. Al salirles de improvisto, el caballo que montaba Atilio se encabritó y entre que procuraba controlar al animal y se caía del mismo, recibió un balazo.
Pablo Velarde, al ver lo sucedido espoleó su caballo y logró huir.
El robo había sido planeado, pero al parecer no con exactitud.
O al menos porque los ladrones no conocían el olfato de Atilio para cuidar sus bienes.
El italiano iba armado, pero el dinero lo llevaba Velarde. De hecho, sólo cargaba la pistola referida y una pluma fuente protegida por una funda de piel.
Lo que les narro es una de las historias más tristes en la historia de Tepetlixpa. Los asaltantes, Tomás García y Arcadio Pérez, en esos años eran vecinos más o menos notables del pueblo en “la cara del cerro”.
García, por decir algo, había sido presidente de la Junta Patriótica (un grupo de ciudadanos que se encargaba de gestionar y llevar a cabo las obras públicas).
Cualquier delito es una infamia, lo sabemos, pero en este caso, los asaltantes pensaban ir por lana y regresaron trasquilados.
Atilio era un hombre respetado en la región de los volcanes y en el Estado de Morelos; tenía dinero, sí, pero los asaltantes no contaban con que nada les iba a salir como pensaron, empezando porque robar a un Cusi no era igual que robar a un hijo de vecino en tiempos del México porfiriano.
Una vez que se supo del crimen, la policía hizo las investigaciones como nos resulta muy familiar hasta hoy en día, con una precisión y rapidez sorprendentes. El mismo hermano de don Porfirio, Félix Díaz encabezó la investigación.
Así, entre el 22 y el 23 de septiembre, los rurales cayeron en Tepetlixpa para capturar a García y Pérez.
Los interrogatorios debieron ser terribles: al final confesaron que mataron al italiano influyente y sin embargo no obtuvieron nada de dinero.
La pistola no la podían vender, la pluma fuente era un objeto inútil en un pueblo como Tepetlixpa. Su suerte estaba echada.
13 meses más adelante, el juicio que les entablaron llegó a su fin.
Su juicio fue una de las noticias más sonadas de la época. Tanto que incluso Marciano Silva, que años adelante sería el trovador favorito de Emiliano Zapata, les compuso un corrido.
El tribunal los condenó a morir fusilados.
Como eran personas más o menos conocidas de Tepetlixpa, tuvieron abogado que durante 13 meses entabló su defensa.
El corrido dice que hasta pidieron el apoyo de Iñigo Noriega, el dueño de la hacienda de Atlapango en esos años.
Pero todo fue en vano. “No había más / que ir a pagarles a las parcas un tributo / y separarse para siempre en un sepulcro, / lejos del mundo correcto, por su maldad”.
El nueve de noviembre de 1908 en Yautepec, Morelos, dos pelotones se formaron a las seis de la mañana en el patio de su cuartel.
Ningún conocido de los presos pudo asistir a la ejecución salvo un jovencito, hijo de Arcadio. “—Cuida muy bien de la familia, hijo querido / —le dijo Arcadio en tan amarga situación—; / has de ser honrado, y trabaja de continuo / y no atravieses por ese árido camino / que me conduce a una eterna perdición”.
Las descargas de fusilería tronaron en el patio.
Es una de las historias más infames para Tepetlixpa.
@MarioA_Serrano
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