
Jorge M. Cordero.
TEMAMATLA, Méx.- Pincelín, nube, alhelí y cempasúchil, cuatro clases de flores esenciales para el altar ofrecido a los muertos en esta temporada son sembradas por Heriberto de la Rosa en su terreno de mil 500 metros en el paraje “El Tejocote”.
Desde hace casi dos décadas, el campesino próximo a cumplir 70 años volvió a sentir en sus pies y manos la tierra del campo, herencia que sus padres le dejaron para no olvidar su origen.
Oriundo de este municipio, poco antes de cumplir los 50, volvió tomar el azadón, machete, pala y el bieldo para hacer producir nuevamente la tierra de tiempo completo.
Antes de ello, trabajó más de la mitad de su vida desempeñando dos oficios: soldador y carpintero pero Heriberto no logró olvidar su origen y regresó a sembrar la tierra.
En los más recientes 18 años –tiene 68- se ha dedicado a sembrar árboles frutales y hortalizas, sin olvidar, cada temporada de muertos, las flores antes señaladas, que califica de infaltables para perfumar y adornar ofrendas y tumbas ofrecidas a los difuntos.
“Estas flores son ya una tradición infaltable en mis tierras de cada año, a principios de octubre comienzo a cosechar la flor y la gente que ya me conoce sabe dónde buscarme para comprarla”, sostuvo.
Dijo que todo el año lo mantiene ocupado su parcela, ya sea por sembrar y cuidar sus plantíos de flor, las hortalizas o los frutos de sus árboles, de cuya venta siempre tiene qué brindarle que comer a su familia.
Apuntó que su producción los pueden comprar con él mismo; el domingo en la curva de la carretera Temamatla-Tenango, a un lado del río San Juan a precios son muy accesibles.
Heriberto de la Rosa confió que en sus hijos, a quienes les compartió el amor a la tierra, como con él su hizo su padre, no surtió el mismo efecto, pues ellos escogieron su propio camino.
Ello no le quita la esperanza que alguno de sus nietos le nazca ese amor y sigan con la tradición de trabajar la tierra.