14 de marzo
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Mario Alberto Serrano Avelar

Cronista Municipal de Tepetlixpa

Fue Domingo Chimalpahín, un escritor e historiador oriundo de la antigua Amaquemecan quien se echó a cuestas la colosal tarea de hacer una historia de los antiguos reinos de su región hace cuatrocientos y pico de años.

Su tarea no fue nada sencilla, aunque justo es decir que tenía allanado parte del camino.

Por principio de cuentas, don Domingo era noble o mejor dicho tlatocapipiltin como gustaba que lo trataran,pues su familia, ni más ni menos había sido una de las de más rancio abolengo en el Amaqueme.

 Eso le permitió contar con una exquisita formación en ambas culturas, la prehispánica y la de los españoles, lo que le dio herramientas de estilo, recurso sumamente necesario para toda persona que un día quiera escribir un libro.

Además de esa formación, Chimalpahín tuvo a la vista, según él mismo cuenta, algunas pinturas y códices que su familia custodiaba celosamente.

 Se desconoce cómo fue físicamente el cronista, pero lo podemos imaginar cómo un curioso insaciable, un buen conversador y un fino inquisidor de pistas y datos de la vida pasada.

Hacia 1606 comenzó a redactar sus Relaciones en un intento por demostrar qué había sido del espinoso asunto de los hermanos Tomás Quetzalmazatzin y Juan Tecuanxayacatzin, un sabroso chisme del pasado en el que ambos parientes se disputaron el poder de Amaquemecan en los primeros años después de la Conquista.

Desviándome un poco del tema vale la pena decir que se trató de una bronca mayor de la historia política de nuestra región, acaso la primera.

Ambos hermanos querían ser gobernantes, como no llegaron a un acuerdo usaron (y plausiblemente también fueron usados) a las órdenes franciscana y dominica, echaron a pelear a la vecindad, hartaron a los gobernantes españoles y tuvo que venir un juez a meter paz en el infiernillo que ambos parientes desataron hace casi quinientos años.

Chimalpahin retomó pues ese conflicto y comenzó a escribir una de las empresas más delirantes, exigentes y puntuales de las que existan sobre el pasado de nuestra zona.

No es este lugar para hablar sobre la obra chimalpahiana, pero se trató de una serie de crónicas muy pormenorizadas de lo que había pasado, quién gobernaba, qué acontecimientos eran dignos de recordarse, cómo es que algunos pueblos fueron apareciendo y sobre todo, es un muestrario de los eternos conflictos por el poder y los relevos del mismo.

Chimalpahín retrató con una calidad superior la historia de al menos seis grandes pueblos de la región de Chalco retomando diversas tradiciones, fuentes y visiones, aunque ciertamente no ofrece igual información de diversos pueblos: en algunos es sumamente detallista y rico en anécdotas y datos, en tanto en otras sólo dejó simple constancia de algún suceso memorable.

Justamente eso sucedió con los pueblos que pertenecían a Chimalhuacán, entre los que estaba Tepetlixpan Xochimilco.

En su Séptima Relación el historiador apuntó:

“En este año de 13 Ácatl, 1323, Xoctzin Tecpanecatlteucltli, tlatohuani de Tepetlixpan Xochimilco, vino a abrazarse a la ceiba y al ahuehuete, a ponerse en el regazo y en la espalda de nuestros abuelos los tlaloque Chichicuepotzin Teohuateuctli y Caltzin Tlálquic.

Y cuando tomó a estos tlaloque como su padre y su madre, les dio sementeras en Cuillotepec; para entnoces hacía 19 años que Tehitzin de Teteoc había venido [de la misma manera].

Estos datos, breves y ciertamente oscuros en una sola lectura, corresponden a la primera mención histórica que se tiene de Tepe.

Aunque en otros libros de la época virreinal se llega a mencionar a Tepetlixpa, sólo se da dentro de una lista para hacer referencia a que la gente de Xochimilco pobló diversos pueblos de lo que hoy es el suroriente del Estado de México e inclusive la parte norte del actual Morelos.

Pero no hay una declaración tan enfática como la citada arriba: 1323.

Sin entrar en detalles, lo que el viejo don Domingo recabó fue un movimiento de tipo político: los pueblos sujetos a las cabeceras habían sido administrados por gobernantes militares que tenían una función parecida a la de un director o gerente.

Aplicaban las leyes, cobraban impuestos e impartían justicia. En el contexto de ese tiempo, contar con un gobernante de ese tipo era casi una afrenta o más bien, una indiferencia a la calidad del pueblo dominado: no valía la pena un gobernante de más alcurnia.

Entonces, Chimalpahín recoge por obvias razones, que en 1323, hace 700 años para más precisión, en Tepetlixpan se dio un cambio de gobernante para dar paso a un nuevo personaje noble: Xoctzin Tecpanecatlteucltli, tlatohuani, lo que vendría a ser, el Señor Xochtzin, señor de los tecpanecas.

Pese a su brevedad, para nosotros los tepetlixpenses, esta fecha y efeméride es muy relevante porque nos da testimonio de la larga historia de Tepetlixpa; a partir de este dato podemos imaginar que el antiguo Tepe hace 700 años logró cierto cambio de estatus y fue parte de un movimiento social y político que valió la pena ser registrado, que no debía de olvidarse.

Chimalpahín lo escribió con ese prurito de historiador que no quiere dejar cabos sueltos ni olvidar dato alguno y lo agradecemos profundamente; nos insertó en la gran historia de los reinos de Chalco- Amaquemecan y nos hace ver hoy que la historia no es una línea del tiempo sino un intrincado proceso para echar a volar la imaginación y pensar nuestro presente.

Como evidentemente Chimalpahín no iba a registrar el día y hora de un hecho que sucedió 283 años antes, se ha tomado la licencia para conmemorar estos 700 años en el marco de otro evento fundamental de Tepetlixpa: su aniversario de erección municipal, sucedido, ahí sí sabemos concretamente, el 28 de agosto de 1869.

Durante el otoño se irán compartiendo algunas cápsulas para conmemorar esta fecha fundamental en la vida de nuestro municipio, aunque la invitación es a darnos cuenta que un pueblo, por más que parezca tener una dimensión y rumbo diferentes, siempre es parte de algo más grande, en este caso, nuestra querida Región de los Volcanes.

Nos leemos pronto.