12 de marzo

Joel Avelar de León

LA PRIMERA IMAGEN QUE TUVE DE CHIHUAHUA, cuando llegue a su capital una mañana de junio de 1986 fue la costra montañosa de la Sierra Madre que cruza el estado más grande de México.

LLEGABA PROCEDENTE DE TOLUCA un par de días después de haber concluido el mundial de fútbol de México.

ESE VIAJE LO HIZO SIN NINGUNA PLANEACIÓN; fue, dicho sin ningún rodeo, una aventura alentada por Eduardo Javier Osornio García, periodista y escritor que ya había estado en esa entidad.

EL VIAJE SE CONCIBIÓ EN POCOS MINUTOS un par de noches antes en una taquería de Toluca donde nos reuníamos un grupo de amigos periodistas que cubríamos los diarios entrenamientos de las seis selecciones de América y Europa que tenían como sede la capital del estado.

LA NOCHE DE NUESTRA PARTIDA celebrábamos dos hechos en particular: el fin de esa justa deportiva y la llegada, durante la víspera de Eduardo campa Garduño, un compañero de El Sol de Toluca recién desempacado de Inglaterra donde estuvo un año para perfeccionar su inglés.

ESA NOCHE NOS ENCONTRABAMOS EN LA TAQUERÍA Eduardo Javier, Servando Pineda Jaimes, el futuro columnista y Eduardo Campa.

SOBRA DECIR QUE LAS CERVEZAS y los exquisitos tacos que preparaba Pepe, el dueño, abundaron durante la sabrosa plática, hasta que inesperadamente, Eduardo nos invitó a todos a Chihuahua, lo cual no fue una idea descabellada, porque anteriormente y también durante las madrugadas, de esa taquería salimos, así de un minuto a otro, a comprar cigarros al puerto de Acapulco, a dar una vuelta por el centro de Morelia y a otros lugares alejados de Toluca, que escapan a mi memoria.

PERO EN LA OCASIÓN A QUE me refiero, sólo yo acepté la invitación; Servando y Lalo la rechazaron; el primero momentáneamente, porque meses después renunció a los dos trabajos que tenía en Toluca, como reportero del periódico Rumbo y en una dependencia del gobierno estatal para emigrar a Chihuahua, a invitación mía, donde hasta la fecha sigue radicando y es un prominente funcionario de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

PERO BUENO, esa es hora historia que también merece contarse.

DECÍA QUE A CHIHUAHUA llegué una calurosa mañana del dos de junio. De la terminal de autobuses fuimos a una casa de huéspedes donde Eduardo vivió y hizo varias llamadas para finalmente ir un Vips para platicar con Luis Silva, director del periódico Novedades.

EN ESA CAPITAL SÓLO PERMANECI un par de días, tiempo suficiente para haber conocido por primera vez la Quinta Corral, propiedad de Francisco de Villa, hoy convertida en museo; la enorme y fastuosa finca de Luis Terrazas, dueño en sentido real de casi todo el estado y otros lugares de interés.

LA NOCHE DEL CINCO DE JUNIO, Alejandro Irigoyen, joven reportero de El Heraldo de Chihuahua e hijo de Alejandro del mismo nombre, director regional de la Organización Editorial Mexicana –OEM- nos llevó a la terminal de autobuses para viajar a Ciudad Juárez, donde nos esperaba don Alejandro, un figurón del periodismo en esa entidad norteña.

SALIMOS A LAS CUATRO de la mañana, adormecidos por tantos vodkas bebidos la noche anterior.

APENAS EMPEZABA OTRA AVENTURA QUE vale la pena recordar.

ANTES DE LLEGAR A JUAREZ, en una gasolinera que también era punto de revisión del Instituto Nacional de Migración, dos uniformados se subieron al autobús y por azares de la suerte nos escogieron a Eduardo y a mí, además de dos jóvenes que más tarde supe eran de Veracruz y Guatemala.

EN UNA OFICINA, INICIALMENTE NOS PIDIERON una identificación- aun no se creaba el Instituto Federal Electoral y por consecuencia,  no existían las credenciales.

A FALTA DE ELLO, NOS PIDIERON CANTAR EL HIMNO NACIONAL, prueba que salvo algunas incidencias, pasamos mi compañero y quien esto escribe, pero no los otros dos.

CUMPLIDO ESE TRÁMITE, para nuestra mala suerte se registró el cambio de guardia y los dos uniformados que nos detuvieron abandonaron la oficina y llegaron otros, que nos tuvieron más de dos horas parados sin darnos ninguna información.

DESDE LA MISMA OFICINA veía frecuentemente a autobuses que paraban a abastecerse de combustible y un uniformado sentado junto a una bomba, recibiendo sospechosas bolsas y cajas, cuyo contenido nunca supe, pero creí que, o era dinero, o variados regalos.

PARA NO ALARGARME, fue tal mi desesperación que salí de la oficina para dirigirse con el uniformado de marras, a quien expliqué que iba a las instalaciones de El Fronterizo, por cierto, el primer periódico de la cadena OEM para entrevistarme con su director don Alejandro Irigoyen.

PARA MI SORPRESA, APENAS CITE SU NOMBRE y el elemento, vestido con camisola verde y pantalón caqui, como los usados por policías federales de caminos se levantó de su silla, me dijo que conocía a quien le dije y sin más paró un camión, nos subió a él, explicándole al chofer a donde debería de dejarnos, no sin antes recomendarnos como personas de su estrecha amistad.

TRAS APROXIMADAMENTE MEDIA HORA DE CAMINO, llegamos a un transitado crucero, el operador nos dijo para dónde caminar hacia El Fronterizo y nos apeamos.

ESE DÍA, DOMINGO SEIS DE JUNIO DE 1986 se celebraban lo que fueron las elecciones más controvertidas en la historia de Chihuahua para elegir gobernador, enfrentándose en las urnas el panista Francisco Barrio Terrazas, exitoso empresario y el priista Fernando Baeza Meléndez.

PARA QUIEN NO LO RECUERDE, AÑOS MAS TARDE, luego de ganar la gubernatura en un segundo intento, el primero, fue secretario de la Contraloría federal en el sexenio de Vicente Fox Quesada.

SOBRA DECIR QUE EL TRIUNFO fue para el priista, entre sólidas acusaciones de fraude, que luego se convirtieron en múltiples movilizaciones, iniciadas en esa ciudad fronteriza y replicadas en toda la enorme entidad.

DE HECHO, EN JUAREZ INICIO LA RESISTENCIA civil que más tarde se desarrolló en todo México civil para oponerse a que Baeza Meléndez asumiera el cargo.

PUES BIEN, LLEGAMOS AL EDIFICIO de El Fronterizo pasadas las ocho de mañana, preguntamos por don Alejandro y una recepcionista me informó que aun no llegaba.

EN ESE MOMENTO DESCONOCÍA QUE NUESTRO PERSONAJE vivía en el tercer piso del edificio, pero su gusto por la bohemia era tal y tan frecuente, que pasara lo que pasara, a su oficina situada en la primera planta no llegaba sino pasado el mediodía.

PUES BIEN, PESE AL QUEMANTE SOL veraniego de la frontera, tuvimos que esperarlo más de una hora sentados en una banca de cemento situada en el exterior del edificio, hasta que nuevamente volví a preguntar, recibiendo la misma respuesta.

FINALMENTE, AL TERCER INTENTO, la madura empleada volvió a preguntar nuestros nombres, hizo unas llamadas y nos informó que don Alejandro nos esperaba en el tercer piso.

CUANDO FINALMENTE LO VIMOS, el señor, alto, de pronunciado abdomen, marcado bigote y voz apenas entendible, le dio un muy efusivo abrazo a Eduardo, apreciando de inmediato, que era una persona de su amplia estima.

PARA SORPRESA MIA, ANTES DE PREGUNTAR SI ya habíamos desayunado, nuestro anfitrión nos ofreció vasos desechables y una botella de vodka  Wyborowa, que él había trasegado en abundancia.

ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…..