fbpx
19 de mayo

Nashrú López Rascón.

Saludos estimadas y estimados lectores. Andamos a medio camino entre los festejos navideños, y aprovecho estas fechas para desearles un buen año 2022, que la luz y la paz esté con nosotros y con todos los peludos del mundo.

Hay algo más que vale la pena comentar a propósito de la Navidad y Reyes Magos, y es la pésima costumbre que todavía persiste de regalar cachorritos a los niños con motivo de estas fechas; y digo pésima porque así es, quienes lo hacen siguen sin comprender que un ser vivo no es un objeto que se pueda disfrutar y luego desechar.

En particular, los perritos pueden parecer muy tiernos cuando son cachorros: pequeñitos, esponjados, con tierna mirada y muy alegres, podría pensarse que son el juguete ideal para el niño o la niña, pero no es así.

Esos peludos crecen, como buenos infantes son muy inquietos, suelen morder todo, arañan y desgarran ropa y muebles, defecan y se mean dondequiera, en tanto aprenden a hacerlo en lugares apropiados -siempre y cuando se les enseñe- ladran, tiran cosas y hasta las rompen… En fin, son seres que van aprendiendo en su camino a la madurez, pero eso lleva al menos 2 años, y quien acepte uno tiene que tener la clara conciencia de que va a convivir con alguien que le va a alegrar la vida con su compañía, sí, pero también tendrá una etapa donde el cachorro hará de las suyas y habrá que ser pacientes y esforzarse en enseñarle.

La única vía válida para regalar un animalito a un niño o niña, es el acuerdo previo con padres o tutores de que hay quién se va a hacer responsable, y en los casos de regalos de cumpleaños o de novios, lo mismo, alguien tiene que estar dispuesto a asumir el cuidado de la mascota.

Así pues, les pido encarecidamente que no regalen seres vivos, y en su caso, no acepten ese regalo si no están dispuestos a hacerse cargo plenamente.

Y ya que estamos en esto de los cachorros, hay algunos que mi hermana Violeta ha rescatado de las calles, normalmente porque estaban en peligro de ser atropellados o porque los encontró abandonados en algún predio (muy probablemente fueron un regalo que se volvió indeseable, de esos que mencioné líneas atrás).

Es el caso de Rómulo y Romina, dos hermanitos que pasaron de ser un par de huesos pulgosos a sendos ejemplares de suave pelaje corto, de buen tamaño y con esbelta figura. Pero lo bonitos no les quita lo latosos.

Juegan y juegan y juegan y siguen jugando, y en esas interminables jornadas de juego han destrozado sus colchones, me han tirado la basura, han mordisqueado juguetes que mis hijos dejan tirados en el jardín, cazan tuzas que luego andan zarandeando días enteros hasta exhalar un aliento pestilente, corretean al burro que luego los corretea a ellos, entre las muchas travesuras que les tengo contabilizadas.

Hay que decir que también han molestado a otros perros de la manada que ya son adultos, y más de una vez han pagado cara su impertinencia, pues les han dado sus buenos “estate quietos” para que se vayan educando. A menudo se les une la Negra, otra muchachona jovencita que también hace de las suyas, aunque con menos frecuencia.

Los 3 andan rondando el año y medio de vida, y poco a poco se están calmando, aunque todavía tienen la energía no muy trabajada que caracteriza a un puberto.

Rómulo es café, Romina es blanca y ¿la Negra? ¡adivinaron! es negra. Pues estos cachorrones nos han sacado tremendas carcajadas en muchos momentos, sea por los tropezones que se dan al ir corriendo con su juvenil torpeza, sea porque nada más vemos como salpica la tierra y una colita se mueve rascando frenéticamente para atrapar una tuza, o porque se revuelcan entre ellos una y otra vez hasta caer exhaustos, o bien, cuando el burro les muerde la cola o les coloca un buen patín en el trasero por andar de sácale punta; no se diga cuando los encontramos desparramados en su cama echándose un buen sueñito, adoptando posiciones bastante graciosas, eso sí, de ésas que sólo puede hacer un elástico ser en su tierna juventud, pues ya con la edad la rigidez del cuerpo no lo permite.

¡Ah! y hay que ver con qué velocidad se aspiran la comida ¡como si no hubiera un mañana!Así son los canes cachorros y jovencitos, como nuestros propios hijos e hijas: llenos de energía, juguetones, gritones y traviesos, pero también tiernos, ingenuos, creativos y cariñosos.

Por eso dicen que antes de tener un hijo hay que irse preparando con el cuidado de una mascota, en especial un perrito; si logramos sobrevivir a sus primeros dos años y, además los hacemos “perros de bien”, estamos preparados para el siguiente paso, o sea, procrear nuestros propios cachorros. Bueno, hay quienes ya mejor se quedan con sus “perrijos” y se olvidan del siguiente paso, también se vale, al fin y al cabo, ya aprendieron lo importante, saber hacerse cargo de otro procurando alimento, amor y educación.

Nos leemos en la próxima entrega, hasta entonces -y siempre- no dejen de ver por cualquier animalito en problemas, es bueno para ellos y aún mejor para nuestro espíritu: Salvarlos puede salvarnos a nosotros y nosotras mismas.